sábado, 22 de septiembre de 2012

EL ASOMBROSO CASO DEL NIÑO MENGUANTE


Una vez en una bonita aldea, con su jardín, sus animales domésticos y sus cuencos de leche. Justo al lado del reformatorio y el cementerio vivía  una familia. Un día la madre dio a luz un precioso niño.  Los abuelitos estaban felices. Siempre se quedaban con el bebé cuando sus  padres se iban de fiesta. La verdad, es que a parte de cuidar de su nieto, no tenían otra cosa mejor que hacer que pagarle la hipoteca y las letras del coche a su hijo y nuera. Pasaron los meses y el niño ya sabía decir todas las palabras del diccionario, pero no crecía, de  hecho había menguado. Había pasado de los 65 cm, hasta los 62,8 cm en tan sólo 4 meses. Al principio eso preocupa mucho a su familia, pero después de un par de mojitos, se tomaron todo a risa y empezaron a tirarle trocitos de fruta a la cuna. Es más, le sacaban fotos y las subían al Facebook para que todos sus colegas pudiesen descojonarse.

Con 16 añitos el niño tan sólo medía 20 cm, así que su madre decidió que era el momento de dejar de darle el pecho para no correr el riesgo de ahogarlo. Para  poder seguir alimentándolo, compraba todas las mañanas quesitos Mini Babybel y miniembutidos Campofrío.

Un día, con 25 años,  mientras descansaba en la mano de su abuelito, vio una foto de sus padres, y contrariado por lo que estaba mirando preguntó:

- Abuelo, ¿por qué yo no salgo en esa fotito?, ¿es por qué soy tan pequeñito que no se me ve?

 No Little, es que ahí todavía no habías nacido.

 Entonces “abu”, ¿dónde estaba?

 Umm..., ¿pues dónde va a ser?.... en el pito de tu padre.

- Entonces el pito de papa tuvo que ser muy grande para que yo cupiera dentro.

- Je, Je...bueno no te creas que era para tanto..., al fin y al acabo cuando estabas allí eras muy pequeñito...

 ¿Más pequeño que ahora “abu”?

El abuelo, abrió los ojos como platos de sopa fría, cogió su lupa, lo miró con  dificultad durante unos instantes (la copa de orujo que había tomado para desayunar, le estaba creando algún tipo de trastrono en su visión) y le dijo:

- Claro que sí, por aquel tiempo, la única manera de verte era a través de un microscopio.

Pasaron los años, y con ellos fueron desapareciendo los centímetros de nuestro amiguito. Un día mientras usaba, en la bañera, como trampolín el pene prostático de su padre, resbaló  cayendo en el agujero del glande. El padre asustado agitó sus piernas, provocando un pequeño oleaje que acabo por arrastrar a nuestro pequeño amiguito a los testículos de su progenitor.

Nunca más consiguió salir de allí, a pesar de los esfuerzos de su madre por liberarlo (viagras escondidas en el desayuno de su padre, masturbaciones, felaciones y demás truquitos de mujer para provocar el éxtasis de su marido).

El corazón de su padre no pudo soportar tanto trasiego y acabo por pararse. Antes de enterrarlo la madre desesperada mandó extraer todo su semen, donándolo a una clínica de fertilización.

Después de robar el registro de donaciones, buscó a su hijo desesperadamente por todo el mundo, hasta que un día lo encontró en la vieja Mansión que tenían los nietos de Torrebruno en el Principado de Mónaco.

Después de explicarles todo lo ocurrido a sus padres pseudoadoptivos, estos decidieron darle de nuevo la custodia de nuestro amiguito.

Ahora viven juntos felices, en un mini piso de protección oficial, gracias a la pensión  que su madre recibe en concepto de viudedad.

Y colorín, colorado este cuento se ha esfumado...

Un abrazo,

Rato Raro