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viernes, 12 de agosto de 2011

¿Cuánto pesa el cerebro de un mendrugo? (Un viaje a Sardegna: Día 3 Sant` Antioco Cerdeña-Pula)


Nos levantamos a las 8:30 h, nos duchamos y bajamos a desayunar. A diferencia del día anterior, preferí desayunar un poco más fuerte por temor a que volviéramos a tener algún percance con la comida.
Cuando iba a empezar a tomarme mi frutita, el Piu Bello, me dijo:


- Rato, voy a subir a la habitación


- ¡Joder!, ¡espera por mí, qué estoy terminando!


- Es que como todas las mañanas, tengo que liberar a Willy


- ¡Por favor, no lo hagas!, ¿no recuerdas la que montaste ayer?


- ¿Y donde coño quieres qué exteriorice mi malestar?


 Pues no sé, pero aquí no, siento que todo el mundo en el hotel se queda conmigo por tu puta culpa.


 Lo siento Rato, me voy, llego la hora de bombardear Hiroshima, ¡no aguanto más!

Un sudor frio recorrió mi frente cuando se marcho. Sabía que llegaría el momento en el que tendría que subir a la habitación del hotel a por mis cosas, ¡y entonceeees!...

Cogí valor, pensando en el olor que tienen que soportar, cada día, los habitantes de la ciudad de Pontevedra por culpa de la planta Ence. ¡Si ellos pueden, yo también!, ¡qué coño! y subí, con un par, las escaleras.

Me iba acercando a la habitación y no notaba ningún tipo de emanación desagradable. Por un momento, pensé que esto podría ser provocado por el estado de frenesí que me había autogestionado, ¡el poder de la mente puede ser un instrumento sumamente eficaz en un período de esfuerzo máximo!

Llamé a la puerta, con un par de golpes secos, sin pensar, ni por un instante, en los riesgos que estaba asumiendo.  Como sucedió el día anterior, el Piu Bello tardo en abrirme.

Después de cinco largos minutos de concentración ninja máxima, el Piu Bello me abrió sonriente la puerta. Quiso darme un empujón para que dejara de hacer el “gili” y pasará para dentro de una vez, pero yo Rato Sam, hábilmente lo esquive, no fuera a ser que no se hubiera lavado las manos.

Al poco rato, el Piu, me dijo:


- ¿Qué?, ¿huele?


- No, la verdad es que no. ¿Pero?, ¿no subías a la habitación a practicar un exorcismo?


- Claro, estuve buen rato diciendo: ¡sal de mí!, ¡sal de mí!, hasta que lo expulse el diablo que llevaba dentro.

Entre en el baño incrédulo, ¡y sí!, pude reconocer un leve olor a m..., estaba claro que el Piu había hecho allí la danza del vientre.

El Piu, me comentó que había puesto en práctica una extraña teoría de  los aborígenes de la Sierra del Caurel, que consiste en tirar de la cisterna, justo cuando terminas de peinar los pelos del culo hacia fuera. MUY IMPORTANTE: No os podéis levantar, ejerciendo a sí de tapón frente a los malos olores, mientras no hayáis tirado de la cadena.

La teoría, aunque puede  parecer absurda, funcionó. Así que, si alguno de vosotros sufre de la peste porcina, como mi amigo el Piu, podéis ponerla en práctica.

Después de estar un buen rato hablando sobre el tercer ojo y de historia del mundo de la defecación, nos marchamos rumbo a la isla de San Antioco, situada al suroeste de Cerdeña.

Como en el día anterior, conducir por Cerdeña fue un puto infierno, pero gracias a Dios y al arcén de las carreteras llegamos, sanos y salvos, a la isla de San Antioco, realizando nuestra primera parada en la ciudad que le da nombre.

Aparcamos el coche en zona hora, hecho que me emociono bastante, ¡Por fin iba a poder gastarme alguna de las monedas que había recolectado para este tipo de menesteres! El sistema de pago es un poco curioso, no es como aquí que metes las moneditas en una máquina, sino que tienes que buscar a un gicho que pulula por ahí y qué te da un papelito que establece el tiempo máximo que puedes estar aparcado en función del dinero que le hubieses dado, ¡supongo que por razones como esta Italia ha estado tan tiempo en el G8!

Tuve que recorrerme media ciudad hasta que lo encontré, bueno...para ser sincero San Antioco no es muy grande, por lo que no me costo mucho encontrarlo. Le dije chapurreando italiano, español e inglés que  había dejado el coche aparcado dos calles más allá  y que quería saber cuanto le debía. Él me pregunto que hasta que hora tenía pensado quedarme, yo le dije que como mucho que hasta las 16:00 h. Sonrió y me contestó que no hacía falta que páguese nada porque eran casi las 12:00 h y que allí no se pagaba de las 12:00 h – 17:00 h. No me lo podía creer, ¡joder!, para una vez que encontraba un sitio donde cobraban por aparcar, no me dejaban ejercer mis derechos. No me di por vencido y estuve dándole un buen rato la paliza para que me cobrase, aún que sólo fuera un euro. El tío, creo que más bien por pena, me pidió 60 céntimos y me dio un papelito que acreditaba la legalidad de mi estacionamiento hasta las 17:00 horas. ¡Cosas como esta, me hacen ser un Rato feliz!

Con todos los papeles en regla, el Piu y yo, nos dimos un paseo por San Antioco, pueblecito la verdad, con mucho encanto. Mientras paseábamos por su puerto, vimos un montón de barcos que ofrecían actividades de pescaturismo, algo por lo que parece, es allí muy típico.

Para conocer algo más sobre la isla, nos dirigimos a una oficina de turismo. Una vez allí, aprovechamos para  pedir un poco de información y ligar con la ragazza que nos atendía. Estuvimos haciéndonos los simpáticos durante un buen rato, hasta que llegó una familia francesa, abusar de su confianza y jodernos el rollo.
Jodido el ligue, nos fuimos de expedición buscando una de esas tremendas calitas que rodean toda la isla de las que nos había estado hablando la guía, mientras el Piu no paraba de verle el escote. Según él, porqué el idioma corporal hace más comprensible lo que te dice otra persona, cuando esta te habla en otra lengua.

Dejando de lado, esa absurda teoría de que los pechos de una mujer pueden ayudar a mejorar tu italiano, cogimos el coche y paramos en la primera playa a la que se lléguese en un camino asfaltado.

Aún que la playa no tenía ni un solo gramo de arena, fue una de las bellas en las que jamás he estado nunca. Como me resulta difícil describir tanta belleza, me limitaré a decir que era un paraíso entre las rocas.

Durante una hora disfrutamos de su agua, sus vistas, y de los horribles masajes que hacían las putas piedras en nuestros pies. Iban a ser las tres, cuando decidimos volvernos a Sant Antioco para comer.

Comimos en una de las múltiples terrazitas que te puedes encontrar en este maravilloso pueblecito. Lo más gracioso de este momento, fue escuchar al Piu, cuando la camarera nos preguntó que es lo que íbamos a comer.  El Piu, le repitió, al menos diez menos, en portu-italiano el plato de pasta que quería. Derrotado y hundido al ver la cara de interrogante de la camarera, le dijo en inglés el número del plato que quería y esta por fin le hizo un gesto de como de haberle entendido y le sonrío. Comimos, bebimos y fumamos felices, disfrutando de aquel bello lugar.

Terminamos de comer, y abandonamos la isla, con la promesa de que si un día volvíamos a Cerdeña, nos alojaríamos allí y no en Cagliari. ¡REDIOS!, ¡Algún día volveré!

Desde allí, nos dirigimos a Pula, para ver la ciudad fenicia de Nora, probablemente la más antigua construida en Cerdeña. Cuando llegamos no tuvimos mucha suerte, la zona de parking era gratuita, y no pude liberar nada lastre que copaba mis bolsillos.

Realizamos una visita por su zona arqueológica. Íbamos con una guía  que daba sus explicaciones durante el recorrido en italiano y en inglés. Nosotros decidimos escucharla en italiano, no sé por qué, quizá porque hablaba primero en este idioma o porque  independientemente del idioma éramos conscientes de que le entenderíamos lo mismo.

Entender tan solo un tercio de lo que te están contando, tiene su encanto. Da rienda libre a tu imaginación y te permite tener acaloradas discusiones con tu acompañante sobre la explicación que en esos momentos esta dando la guía. Curiosamente, los dos escuchamos cosas diametralmente opuestas durante todo su speech.

Al terminar la visita, nos tomamos due birre en un chiringuito cercano, para dejarnos acto seguido caer sobre la arena de la playa de Nora. Por cierto, la playa era Piu Bella.

Después de un baño y una buena siesta, nos volvimos a Cagliari. El último trayecto lo condujo el Piu que como siempre iba nervioso diciendo una multitud de improperios contra las habilidades automovilistas de los sardos. Al entrar en Cagliari, se hizo la picha un lio, y nos perdimos. Le hice una pequeña broma para quitarle hierro al asunto y apunto estuve de morir asesinado. El Piu, había perdido totalmente el control, estaba fuera de si, y acabamos con el coche en una localidad cercana a Cagliari, cuyo nombre no recuerdo ni quiero acordarme. Le insistí para que me dejara coger a mí el coche, y le dije que en el estado en el que se encontraba no íbamos a llegar nunca. Después de un rato, haciendo oído sordos a mis suplicas, paro el coche sin previo aviso en el arcén,  se bajo, se fumo un cigarro y me pidió que lo cogiera.

La verdad, es que soy un desastre orientándome y era consciente de que me iba a costar un huevo encontrar el hotel. Así que me hice un pequeño planing mental:

1. Sabía que nos habíamos pasado Cagliari, así que teníamos que dar vuelta.

2. Recordaba  más o menos el camino que había seguido el taxista cuando nos había llevado al hotel desde el aeropuerto.

3. Tenía que encontrar el aeropuerto. Esto no tenía porque ser muy difícil, ya que estaba perfectamente indicado al entrar en Cagliari.

4. Encender las luces, era de noche.

5. Rezar a San Pancracio. Un poco de ayuda divina no viene nada mal en estas situaciones.

Con estas premisas, agarre el volante, encendí el coche, puse primera y me desee suerte. Iba jodidamente nervioso, creo que se me calo el coche al menos unas 5 veces. La falta de confianza en mi orientación, unido al riesgo que supone conducir entre kamikazes sardos me estaba comiendo la moral. No me fue difícil encontrar el aeropuerto, había cientos de carteles que indicaban como llegar, parecía que mis oraciones habían surtido efecto. Cuando estaba casi enfrente del hotel, me equivoque de salida, ¡mierda, ahora si qué estábamos jodidos! Pero el Piu, resucito como cual Ave Fenix, indicándome como llegar. Por fin estábamos en el  hotel, nos abrazamos, sonreímos, e intentamos dejar aparcada la difícil situación que habíamos vivido.

Lo primero que hice al llegar al hotel, fue ducharme, necesitaba relajarme, estaba todavía muy tenso. Los veinte minutos que estuve bajo el agua consiguieron tranquilizarme. Ya podía salir, y volver a disfrutar de nuevas aventuras. Pero lo que no me esperaba ver al salir del baño, era ver al Piu, semidesnudo (únicamente llevaba embutidos unos calzoncillos negros), en posición horizontal en la cama, boca a bajo, moviendo sus pierninas de un lado para otro, y diciendo:


- Rato, sabes ¿cuándo pesa mi cerebro?


- Después de lo que estoy viendo, poco o nada. Anda dúchate, vístete y vamos a cenar algo.

El muy mamón estaba jugando todo feliz al braintraining en la Nintendo DS, disfrutando, por lo visto, de su escasa inteligencia.

Nos fuimos a cenar a un Panini llamado el Inferno que había cerca del hotel. Su nombre de debía a que tenían una especie de bocata de carne de pollo bañado en salsa picante. Antes de elegir nuestros paninis, nos pedimos, como no, due birre Ichunsa de medio litro y reflexionamos con calma nuestra elección.

Yo me decante finalmente por el panini inferno. Tengo que reconocer que adoro el picante, lo cual me ayudo a declinarme rápidamente por esta opción, mientras que el Piu, se pidió un wrüstel. El camareri me pregunto si lo quería con mucho picante, a lo cual respondí afirmativamente. Nos fuimos, mientras nos preparaban los paninis, fuera del local a echarnos un cigarrito. Yo con el rabillo del ojo, vi como el camereri sonreía y hacía gestos de complicidad con una pareja sarda que estaba por allí, mientras se esmeraba en empaparme el panini en salsa picante. Llegó el momento de probar nuestros bocatas, y yo notaba como la expectación era máxima cuando iba a dar mi primer bocado. La desilusión entre la afición fue máxima cuando vieron que lo estaba comiendo, sin apenas inmutarte, ¡de verdad que siento qué no pudierais reíros de mi, malditos fillos da putana! Estuve a punto de preguntarle al camareri, si me había puesto algo de picante en el panini, pero al final, no se porque extraña razón me contuve.

Después nos volvimos al hotel, le pregunté a mi compañero de viaje a que hora se quería levantar, el me dijo como siempre que a las 9:00 h, así que puse el despertador a las 8:15 h, apagamos la luz y yo al menos me quede frito al momento.

Y colorín, colorado, otro día se ha terminado.

Un abbraccio,

Rato Raro

jueves, 4 de agosto de 2011

El Piu Bello (Un viaje a Sardegna: Día 2 Cagliari –Villasimius - Muravera)

Nos levantamos a las 8:45h, nos duchamos y bajamos a desayunar. A mi como me gusta desayunar ligerito, tome sólo un chocolate, dos minicroissants, un pedacito de bizcocho de chocolate, una mus de la que no logré identificar su sabor, un flan, un platito de bacón y para terminar un poquito de sandia, melón y piña.

Cuando comenzaba a tomarte la frutita, Soyunmendrugo me dijo:


-Creo que un monstruo quiere salir de mis entrañas


-¿Cosa?


-Nada hombre, que la tortugita está asomando la cabecita.


-Perdona, debo estar dormido, ¿qué coño me estas contando?


-¡Joder tío!, ¡pareces papaostias!, ¡TENGO GANAS DE CAGA!


-¡Oye tío!, ¡no hace falta que  radies a todo el hotel tus necesidades intestinales!

Él subió a la habitación del hotel, a dar rienda suelta a su ano, mientras yo tranquilamente seguía desayunando.

Cuando terminé, subí a la habitación. A medida que me iba acercando, se hacía más y más fuerte un profundo y desagradable olor. Llamé a la puerta, Soyunmendrugo tardo bastante rato en abrirme, supongo que por no había terminado de hacer todas sus necesidades. Mientras esperaba aguantaba la respiración todo lo que me fuera posible. Por momentos tuve miedo de volver a respirar, pero soy dependiente al O2, así que tuve que volver abrir las fosas nasales y joderme. Al abrirme la habitación, esta desprendió un tremendo olor a... La alarma del hotel no tardo en sonar ni un segundo, llamando a la puerta, acto seguido, dos personas del hotel. Nos preguntaron qué de donde provenía ese olor, yo como no me expreso muy bien en italiano, me limite a señalar el culo de Soyunmendrugo con el dedo.

El personal del hotel acompaño, con la nariz tapada, a empujones a Soyunmendrugo a la calle y le dijo que no volviese hasta dentro de un par de horas.

Como nos habían echado del hotel y faltaban más de 3 horas para recoger el coche de alquiler que habíamos reservado, decimos ir al centro de Cagliari. Tuvimos que ir andando, porque todos los buseros le negaron la entrada a Soyunmendrugo. Su trasero seguía oliendo y no querían poner en riesgo los conductos respiratorios de los demás pasajeros.

Llegar al centro desde hotel, lleva aproximadamente unos 40 minutos. Mientras caminábamos intentaba estar lo más alejado posible de Soyunmendrugo, no corría el aire y la intensidad del olor aún que había disminuido, seguía siendo bastante fuerte. Mi estrategia fue la siguiente: caminar muy despacito, sabía que él no aguantaría ese ritmo, con lo que fue todo el camino SOLO, y digo SOLO de forma literal, porque la gente, los pájaros, insectos y demás seres vivos, se iban apartando a su paso.

Nuestra primera parada fue en el anfiteatro romano, decidimos no entrar, porque desde nos encontrábamos lo veíamos todo perfectamente. La siguiente parada fue el museo arqueológico de Cagliari. Cuando entramos no había nadie en la puerta por lo que no pagamos ningún tipo de entrada. Esto me parecía muy emocionante, me recordada a cuando entre con el señor Razonesobvias por la puerta de salida en un museo de Florencia. No nos dimos cuenta hasta que llevábamos recorrido más de la mitad del museo y nos preguntamos por qué todo el mundo iba en dirección contraria a la nuestra. En un primer momento, pensamos que esto era así porque los italianos eran raros, pero después vimos unos carteles que ponían EXIT con unas flechas que indicaban hacía donde nosotros habíamos entrado. ¡Supongo que la final los raros éramos nosotros!

La razón por la que no había nadie en la puerta en el museo de Cagliari, era simplemente porque ese día era gratis, algo que me negué asumir durante la visita y decidí vivir intensamente el museo como si me hubiera colado.

Después nos fuimos a tomar due birre a una de las terracitas más céntricas de Cagliari. Nos cobraron 9€ por las dos. A Soyunmendrugo casi le da un patatus cuando pido il conto. Hizo el amago de que le faltaba la respiración, pero como vio que yo me negaba hacerle el boca a boca, se recupero al poco tiempo con una mala hostia de cojones.

Cogimos un autobús, Soyunmendrugo tan solo olía a sudor, y fuimos hasta el aeropuerto, lugar donde teníamos que recoger el coche de alquiler. Nos dieron un Fiat Panda, color azul pitufo, a mi me dejo prendado desde el primer momento, solo subirme en él y me empancé a sentir Lewis Hamilton.

Antes de empezar a conocer la isla, fuimos hasta el hotel, a recoger las toallas, bañadores y demás cositas para la playa. Después fuimos a un supermercado que había al lado del hotel, porque yo necesitaba comprar un cepillo de dientes, en mi neceser solo había puesto su capucha cuando hice la maleta. También aprovechamos para comprar protector solar y proteger así nuestros cotizados cuerpos.

Como no teníamos claro a donde dirigirnos en nuestro primer día con coche, decidimos volver al hotel y pedirle al recepcionista que nos recomendará algún sitio. Él nos dijo que fuéramos a la zona de Villasimius, que era PIU BELLA. Con el tiempo y después de haber escuchado la radio en Italia durante horas, me di cuenta que estas dos palabras eran las que más repetían los italianos. Entendí que ellos, sienten que todo en su país es hermoso, por lo que yo para integrarme lo máximo posible en este ambiente, decidí llamarle a Soyunmendrugo PIU BELLO. Soy consciente de que se parece más a un würstel, una especie de perrito caliente con patatas fritas que se come en la isla, pero creo que todo el mundo, a pesar del olor que pueda llegar a desprender, tiene derecho a su momento de gloria, así que durante todo el viaje deje de llamarlo por su nombre y lo pase a llamar PIU BELLO (de que aquí en adelante Soyunmendrugo pasa a llamarse PIU BELLO en este y sucesivos post sobre nuestro viaje a Cerdeña).

Coger el coche en Cerdeña es una autentica locura, los isleños están completamente zumbados, no respetan ningún tipo de norma, para ellos no existen los límites de velocidad, las líneas continuas, los arcenes etc. El camino hacia Villasimius fue una autentica tortura, mi copiloto el PIU BELLO, iba literalmente con sus aceitunas puestas como corbata.

A las 15:30 horas, decidimos parar en una playa de Villasimius, nos tomamos un baño y buscamos un sitio donde poder jalar. La arena quemaba de cojones y no te quedaba otro remedio que ir corriendo hasta cualquier sitio, si no querías que tus pies se quedasen carbonizados. Buscamos en la playa un chiringuito donde poder comer, pero nos resulto imposible, y bastante agotador (por las carreritas que había que pegarse). Ninguno de los tres que había, tenían bocatas, y el restaurante que había cerca, cerraba a las 15:30 h. Nos tuvimos que joder y nos quedamos sin comer. Yo lo pasé bastante mal, si llego a saber esto, no hubiera desayunado tan ligerito.

Al poco tiempo nos fuimos de la playa, al PIU BELLO, no le gusta parar durante mucho tiempo en ningún sitio. Esta vez cogió él el coche. Cuando llevaba conducido apenas unos 100 m, empezó a decir todo tipo de improperios contra los otros conductores, sin darles tregua ni tan siquiera un solo nanosegundo.

Hicimos varias paradas por distintos sitios de Villasimius, disfrutando así del bello paisaje de este lugar paradisíaco.

A las 17:00 h, todavía sin comer, decidimos ir a Muravera, que estaba situada aproximadamente a unos 50 km al norte del lugar donde nos encontrábamos. El trayecto nos llevo a aproximadamente una hora. Atravesamos con el coche el pueblo que no parecía gran cosa y paramos en la primera playa que encontramos. Antes de depositar nuestros tremendísimos cuerpos (en el caso del PIU BELLO, digo esto por sus dimensiones) sobre la arena, fuimos al primer chiringuito que encontramos y pedimos due birre Ichunsa. Vimos en un cartel que había también bocadillos y hamburguesas, lo leímos con gran emoción porque todavía no habíamos comido. Como no teníamos ni puta idea de lo que llevaban los bocatas, decidimos pedirnos unas hamburguer porque ahí jugamos sobre seguro, o por lo menos eso creíamos. Mientras esperábamos, se nos empezaba a caer la baba con la emoción de que por fin íbamos a hincar el diente, pero cuando vimos al camareri sacar dos hamburguesas precocinadas del congelador, nuestra alma se cayó a rolos por la arena. La puta hamburguesa no sabía a nada, supongo que debimos ser los únicos desesperados hambrientos  imbéciles que pedimos la mierda esa, durante los cinco últimos años. A pesar de eso, la terminamos, teníamos que engañar a nuestro estomago.

Después nos bañamos y descansamos un buen rato en nuestras toallas, en una playa que en comparación con las que habíamos visto en Villasimius parecía de lo más vulgar. Yo me quede roque casi al instante, una hora más tarde, cuando abrí mis preciosos ojos verdes, PIU BELLO ya estaba vestido, esperando por mi para pirarse.

Volvimos a Cagliari por una carretera infernal, llena de curvas, y de italianos colgados que me hacían perder los nervios, recorriendo mi mente una serie de pensamientos impuros...¡Ojala te venga otro puto loco de frente y te estrelles, MAMÓN!

Cuando llegamos a Cagliari, encontrar el hotel no fue nada fácil. Como me pasa habitualmente cogí siempre la dirección incorrecta, lo que nos hizo estar un buen rato, dando otra vez más vueltas por Cagliari, ¡por lo menos esta vez no era en un jodido autobús!

No se si por azar, o por lo que una vez la suerte estaba de nuestro lado, al final encontramos el camino. Subimos al hotel, mientras nos prometíamos dar un homenaje a nuestros estómagos por la noche, a pesar del riesgo que esto podría suponer para mi salud y la del resto de los isleños, cuando el PIU BELLO evacuara.

Nos duchamos, y salimos a buscar un sitio para cenar en las proximidades del hotel, siendo conscientes  que por lo visto la noche anterior, no había gran cosa. Al final, después de no encontrar nada durante un buen rato, decidimos probar en el restaurante que habíamos visto al lado del gimnasio la noche anterior. Cuando entramos, nos sorprendió gratamente, el local estaba lleno de italianos comiendo unos platos  piu bellos. Pedimos mesa, nos sentamos y tratamos de comunicarnos con el camarero. Primero nos pregunto si queríamos pizza o algún plato, a lo que le contestamos “de plato”. Le pedimos una carta, pero el jodido waiter se hizo el sueco y al final, no se como ni por qué, acabamos tomando un surtido de 10 platos, estilo tapas, con comida típica de la isla. Para acompañarlo, nos pedimos un vinito sardo que nos bajo bastante bien. Nos comimos todo, hasta la última miga de pan, ¡estaba buenísimo!, bueno salvo una especie de carne enrollada que no nos hizo puta gracia. Le preguntamos al camareri en inglés que tipo de carne era esa y él nos dijo “bear”, o por lo menos eso le entendimos los dos. El PIU BELLO me comento entonces una absurda teoría, en la que explicaba que el camarero quiso decir beef pero dijo bear. Como esta carece de ningún tipo de sentido, no voy hacer ningún tipo de comentario más al respecto.

Volvimos al hotel, nos metimos en la cama y  antes de apagar la luz, le pregunte al PIU BELLO:

-   ¿A qué hora quieres levantarte mañana?

-   A las 9:00 h

Así que puse el despertador a las 8:30 h, apague la luz y me entregue a los brazos de Morfeo.

Un abbraccio,

Rato Raro     

viernes, 29 de julio de 2011

¡Variato! (Un viaje a Sardegna: Día 1 Cagliari)


Eran las 3.30 a.m cuando nos levantamos, el avión salía desde Oporto a las 6:00 a.m (hora portuguesa) y no quedaba más remedio que “hipermadrugar”.


El día antes había hecho acopio de monedas porque leí en los foros que en Cerdeña era necesario pagar por aparcar casi en cualquier lado (un consejo: ¡NO HAGÁIS CASO DEL TODO A LOS FOROS! TUVE QUE IR CARGADO CON VEINTE KILOS DE MONEDAS EN CADA BOLSILLO PARA NADA. BUENO SI PARA TENER UNOS CUANTOS PROBLEMAS EN LOS CONTROLES POLICIALES DE LOS AEROPUERTOS). Además comentaban que no te cambiaban el dinero en ningún sitio.

Cuando sonó el maldito despertador, estaba medio alelado, me levante como pude, me duche con agua glaciar para intentar despejarme, pero esto, no sirvió para que cogiera los pantalones vaqueros que me iba a poner por las perneras, cayéndose con gran estruendo, todo ese mundo de monedas que había recopilado con tanto esfuerzo. Por lo menos ese ruido infernal ayudo a despertar a Soyunmendrugo que dormía plácidamente en una habitación de mi pisito, esperando que yo le ayudase a levantarse.

Esta no fue la única de mis “sobadeces, cuando preparé el desayuno guardé la leche dentro del mueble donde dejo los platos a escurrir, supongo que me despisto que fuera del mismo color que el frigorífico.

Estas pequeñas idas de olla me estaban empezando a preocupar, sentía que me encontraba en un estado de “agilipollamiento supino” que podía poner en riesgo nuestras vidas cuando cogiera el coche camino al aeropuerto.

A pesar de todos mis miedos, el viaje en coche fue tranquilo, la radio, el timbre de voz y las horrorosas canciones de Soyunmendrugo, hicieron que me mantuviera despierto, alerta y con una cefalea de cetáceo. Lo peor, es que tengo todavía enquistada en mi cerebro alguna de esas malditas letras:

Soy un veterano de la kale borroka
exijo compensación, aunque sea media pensión
Soy un veterano de la kale borroka
dame mi pensión o te parto la boca, cabrón!
(grupo: Lendakaris muertos)

Quince minutos antes de llegar al aeropuerto Soyunmendrugo llamó por teléfono al parking Parkevoa para que nos viniesen a recoger el coche al aeropuerto, como la “beatiful people” que somos.

Esperamos medio dormidos, gracias a que Soyunmendrugo había dejado de cantar, hasta que llego la hora de embarcar. Cuando esto sucedió, no me imaginaba que iba a pasar uno de los peores momentos de mi vida: EL DE DEMOSTRAR QUE MI MALETITA DE VIAJE ENTRABA EN EL PUTO ARTILUGIO MEDIDOR, QUE RYANAIR PONE GUSTOSAMENTE A DISPOSICIÓN DE SUS PASAJEROS. ¡Joder la puta maleta no entraba!, a pesar de que tanto Soyunmendrugo  como yo, nos sentásemos encima para hacer la máxima presión. Después de 15 largos minutos de vanos intentos, mientras una manada de ñus salvajes clavaban sus pupilas en nuestras nucas, recordé que cuando la compré, el vendedor me había comentado que la maleta solo encajaba si ponía las ruedas hacia el interior. ¡Mierda!, si lo hubiera sabido antes no me hubiera roto dos costillas por tener que soportar el peso de Soyunmendrugo.

Una vez dentro del avión tuve que pelear a codazo limpio, con el resto de incivilizados pasajeros para hacerme con un sitio donde dejar mi maleta. ¡Redios, qué duro es volar en Ryanair!

El vuelo, salvo el aterrizaje en el que parecía que íbamos dentro de una miniprimer, fue más o menos tranquilo. Como en todos mis viajes en avión, rehusé a levantarme (a pesar de que la vejiga me estaba apretando), mantener cualquier tipo de conversación, dormir o cualquier otra cosa que me hiciese desconcentrar de mis oraciones al niño Jesús, donde le pedía por favor que no nos estrellásemos.

Llegamos a las 9:00 a.m al aeropuerto de Barcelona, faltaban más de 3 horas para que despegase el avión a Cagliari. Así que, para hacer tiempo, desayunamos, compramos prensa, yo el “ABC”y Soyunmendrugo el“Público, un período bolchevique con artículos demagogos que nos ayudaron a mantener un par de ardientes discusiones sobre el copago y los rescates a Grecia, Portugal e Irlanda. Las tres horas se nos pasaron volando entre belborrea  barata y salivazos que me propinaba Soyunmendrugo, que me obligaban a utilizar mi periódico como escudo.

Antes de subir al avión nos compramos unos minibocadillos de tortilla, para lo cual tuve que empeñar las partes del cuerpo que Soyunmendrugo menos utiliza: EL PENE Y EL CEREBRO (por este orden), no os preocupéis durante el viaje no las echo en falta.
Llegado el momento de embarcar, me empezaron a temblar las piernas, no quería volver a pasar ese mal trago con el puto medidor de maletas. Pero esa vez, tuve suerte, no me mandaron hacer la prueba. Esto, me relajo más que si me tomase un valium 10, lo cual me hizo subir al avión, muy pero que muy tranquilo. Incluso cedí  a todos el sitio, dejando que me pisasen y me golpearan.

Como en el vuelo anterior, seguí con el ritual de mi inmovilismo y oraciones hasta que aterrizamos. Otra vez, el aterrizaje fue bastante movidito.

A las 14:45 llegamos al aeropuerto de Cagliari, ese día no habíamos alquilado coche por algún extraño razonamiento pseudomatemático que se había instaurado en las minineuronas de Soyunmendrugo (y eso que lo hizo cuando todavía poseía cerebro), por el cuál 20 € más por alquilar el coche ese día, suponían menos que coger un taxi hasta el hotel, más los billetes de autobús para movernos por Cagliari (precio del taxi hasta el hotel Santa María: 18 €, billetes de bus: 4,80 €).

El hotelito Santa María de Cagliari, a parte de su situación (en el extrarradio de la ciudad) y de que en su letrero solo se encontraban las letras TEL, era bastante coqueto, tal y como había leído en tripadvisor.  Preguntamos en recepción donde podíamos coger un autobús para ir al centro de Cagliari, el recepcionista nos dijo, muy amablemente, que había una parada justo al lado del hotel, por donde pasaba la línea L8, que en su último apeadero nos dejaría en el centro.

Para poder coger el autobús, previamente tuvimos que comprar unos tickets en una tabaquería que estaba a unos 45,7 m de la parada. Una vez que ya teníamos los tickets, solo teníamos que decidir de que lado de la carretera tendríamos que coger el bús. No pasaba ni un triste alma a la que poder preguntarle, miento, nos encontramos a un borracho sordomudo, que se abaneaba de un lado para otro en medio de la carretera, con un cartón de vino en una de sus manos, al que los coches esquivaban no sin cierta dificultad. El hombre cuando nos vio, se dirigió hacia nosotros, creo que para pedirnos un cigarro, esto me mosqueo bastante porque cada vez que me voy de viaje al extranjero lo primero que me encuentro es a un pelma borracho que no para de darme el coñazo durante un buen rato. Me viene ahora a la mente, mi viaje a Roma. Cuando me baje del avión y cogí un autobús para encontrarme con un amigo que por el aquel entonces vivía en la ciudad, un borracho se acerco, y se arrodillo ante mí en medio del autobús, mientras gritaba “Pelusa, eres Dios”. Vale, si, a cualquier jugador mediocre de pachangitas le gusta que lo comparen con el futbolista más grande de la historia, pero lo que no soporto es ser el mono de feria de toda la gente que me rodea. Supongo que esta y otras experiencias me marcaron de tal modo, que ahora cuando veo un sujeto de estas características,  trato de pirarme de su ángulo de visión lo antes posible. Esto me llevo a marcharme, raudo y veloz, al otro lado de la calle con la excusa de que lo más probable para ir al centro era ir hacia abajo. Mi argumento aún que pobre en la base, convenció a Soyunmendrugo (¡mierda porque tuve que empeñar su cerebro!) y cogimos el autobús de ese lado de la calle. Recuerdo que el borracho cuando vio que nos íbamos hacia el otro lado, me señalo con los dedos el número ocho para luego indicarme hacia el lado contrario donde nos dirigíamos. La verdad, en aquel momento no le di ningún tipo de importancia y ahora le encuentro todo el sentido del mundo, ¡por dios!, ¡cómo no me di cuenta!, ¡joder, los borrachos nunca mienten y siempre tienen razón! Supongo que ya os estáis imaginando lo que paso, pues si “listos parchis” (eso me pasa por tener lectores con un coeficiente intelectual, claramente anormal), cogimos el autobús en dirección contraria, nos tiramos más de una hora esperando llegar al centro, hasta que se detuvo en un hospital. En aquel momento, Soyunmendrugo se levanto, y fue hacia el conductor del bus a preguntarle:

-   ¿O autobús vai ao centro?

Si lo habéis leído bien, se lo pregunto en gallego, según él, porque el gallego es un idioma más próximo al latín que el castellano (lo cual no discuto), y por eso era más probable que así lo entendiera.

El busero, lo miró con cara de extrañeza, movió la cabeza y las manos de un lado para otro y le respondió:

-   ¡Variato!

Como bien os podéis suponer por la respuesta, su teoría no funciono, aún que esto no lo desanimo porque durante el viaje lo siguió intentando. Yo creo que lo que entiendo fue algo así como: ¿cuánto tarda el autobús en llegar al centro?  Pero bueno, sigo sin entender hoy todavía mucho su respuesta. ¿Tardaba en llegar 15 minutos, media hora, una hora?, ¿qué coño significa VARIATO para un espagueti?

Cuando por fin llegamos al centro, descubrimos que habíamos cogido el autobús en dirección contraria, que el hospital era su última parada y que VARIATO significa en trayecto de bus en Italia, un poco más de una hora.

Era más tarde de las seis cuando llegamos al centro, estábamos hambrientos, no habíamos probado ni un bocado desde el cutre bocadillo que tomamos en el aeropuerto de Barcelona. A parte de hambrientos, estábamos bastante desmoralizados, la ciudad que vimos durante el trayecto no nos gusto nada, empezamos a pensar: ¡menudo estroncio di merda! (el tiempo nos demostró que estábamos equivocados).  Así que cuando al poco rato vimos un  Mcdonalds, intentamos resolver por lo menos la más urgente de nuestras preocupaciones.

Después de comer, nos fuimos a dar una vuelta por el centro de Cagliari. De él recuerdo con gran cariño la Torre de San Pancrancio a la que me abrace de rodillas durante más de media hora, pidiéndole que por favor me regalase un poquito suerte (y la verdad creo que al final escucho mis plegarias) uno de los miradores, donde lo más que se veía, desde cualquier ángulo, era una sucia  y enorme pista de skate.

No tuvimos ningún problema al coger el bus de vuelta, la verdad nos conocíamos el camino de memoria, después de las dos horas que nos habíamos tirado en  la ida. Nos conocíamos la ciudad de “p” a “pa”.

Llegamos al hotel cansados y tremendamente sudados, porque en Cagliari, hacía un calor de cojones, así que lo primero que hicimos fue ducharnos, por supuesto uno después de otro y al salir tapados al menos con una toalla de secarse las manos.

Luego buscamos un sitio para cenar cerca del hotel. Dimos una vuelta y lo único que vimos fue un restaurante que estaba situado al lado de un gimnasio que no se podía ver desde la calle. Supongo que eso fue lo que no nos ofreció confianza, así que proseguimos nuestra búsqueda, hasta que nos encontramos una pequeña pizzeria al horno de leña “takeway” que contaba con dos pequeñas mesas. Nos sentamos en una, pedimos la carta, y a mi que no me gusta el queso, aún que soporto la mozarella caliente, hice la siguiente relación, pomodoro = probolone, cuando leía la lista de pizzas. ¡Joder, no podía ser!, ¿todas llevan extra de queso?, bueno al final vi una que no lo llevaba, sus ingredientes era panne (qué no sabía lo que era) y gamberi (esto no hace falta ser un hacha para saber lo que es). La camarera me señalo la salsa de tomate, preguntándome si quería añadírselo a la pizza que había elegido. Evidentemente le dije que si, ¿qué sentido tendría una pizza sin tomate? Con el tiempo descubrí que pomodoro significa tomate y panne es un tipo de queso italiano. Como podréis suponer la pizza a pesar de tener una masa  y unas gambas magnificas, no me gusto demasiado.

Después de esto, nos tomamos due birre Ichunsa grandi (¡dios pero que buenas que están!), en un puesto móvil de bocadillos que había al lado del hotel y de la autovía. La verdad, no parece el mejor sitio para situar un puesto de este tipo, pero bueno, es Italia, otro país, otra cultura y a lo mejor allí tiene algún tipo de sentido.

Por último, nos fuimos a dormir (en este post no os voy hablar de los calzoncillos negros de Soyunmendrugo, ni de sus repetidos pedos, aún que algo de esto hubo durante el día), le pregunté a mi compañero de viaje a que hora se quería levantar, el me dijo que a las 9:00 h, así que puse el despertador a las 8:45 h, apagamos la luz y yo al menos me quede frito al momento.

Supongo que si habéis llegado a leer todo esto, también os habré dejado fritos, así que ¡chao ragazzos/as!

Un abbraccio,

Rato Raro

miércoles, 20 de julio de 2011

Todo listo (Un viaje a Sardegna: Parte 0 preparativos)

Después de un año de trabajo agotador necesitaba unas buenas vacaciones. Para que estas fueran perfectas, necesitaba al menos dos cosas: un bello destino y una buena compañía.

Primero me centre en la búsqueda de compañeros de viaje. Opte por proponer a Mr Soyunmendrugo y Mr Razonesbvias que me acompañaran. Al primero le pareció buena idea y el segundo declino por razones presupuestarias.

Formado ya el TEAM de viaje quedaba elegir el destino. Barajamos en principios dos posibilidades: Grecia y Holanda. La primera después de haber realizado el análisis de costes pertinente, fue descartada por su elevado precio. La segunda no me convencía demasiado, buscaba para este verano un lugar donde pudiera disfrutar de al menos un poquito de sol y playa, por lo que esta alternativa también fue finalmente desechada.

Estaba nervioso, ansioso,..., cada vez faltaba menos y no sabíamos todavía a donde íbamos a ir. Todos los días al llegar del trabajo me pasaba horas delante de mi portátil buscando la mejor opción para ir de holidays. Hasta que un día mis bellos ojos se quedaron pegados a la pantalla de mi ordenador. Me pasé horas intentando despegarlos,  pero no fui capaz. No me quedaba más remedio que ir a urgencias para que procedieran a despegármelos. Cogí el móvil, llamé a un taxi y baje las escaleras. Como no veía ni un carajo me fui dando golpes con las paredes, las escaleras y vecinos que no tenían la suficiente pericia o agilidad para esquivarme. Después de 15 duros minutos llegue a la calle, con un portátil pegado en la cara, un esguince en cada uno de mis tobillos y una luxación en mi hombro izquierdo.

-   ¡Bien!, ¿y ahora como coño hago para subirme al taxi?, ¡joder, si solo veo megapixeles!

Lo único que se me ocurrió fue gritar:

-   ¡Ehhh!, ¡Soy yo el que pedí el taxi!

Aunque simple, el plan funciono y el taxista me ayudo a subirme al taxi.

-      ¿A dónde le llevo caballero?

-   ¿A donde iría usted con un portátil pegado en su cara, sin poder apenas caminar y con un dolor terrible en uno de sus hombros?

-   Pues la verdad, no lo sé, es la primera vez que me encuentro un cliente en este estado.

-    A donde va a ser, ¡a urgencias coño!

Creo que el taxista aprovecho la coyuntura y me dio un bonito rodeo por toda la ciudad.

-      Perdone, ¿no tendríamos que haber llegado ya?, he visto en el reloj de mi portátil que llevamos más de una hora de carrera y desde mi casa andando solo me lleva 15:30 minutos.

-       Es que hay mucho tráfico caballero.

-  Por favor, ¡si no quiere que le de con el portátil en su cabeza, déjeme de una puta vez en urgencias!

La amenaza surtió efecto y a los 2 minutos el taxista me llevo a la sala de espera del hospital, después de haberme metido su mano en mi bolsillo, limpiarme 50 euros y tocarme ligeramente el paquete.

Pasadas 6 horas y 40 minutos, finalmente me atendieron, me extrajeron el portátil, me inyesaron las dos piernas, me pusieron un cabestrillo en mi brazo izquierdo, para por último vendarme los ojos para que no me molestara la luz del sol porque durante este tiempo mis ojos se habían adaptado a una resolución de 1024 por 768 píxeles.

El proceso de recuperación fue lento, sobre todo para mis dos pobres ojillos. Un día cuando subía con serias dificultades por las escaleras (mi loft esta en cuarto piso sin ascensor), me encontré a mi vecino italiano Luca que me dijo:

-   Vaya Rato, ¡estas hecho un cromo!, estas para ponerte en la bandera de Cerdeña.

-      Buena idea Luca, ¿Cómo coño no se me había ocurrido antes?

Había encontrado el destino ideal, sol, playa, cultura, limoncello, bellas ragazzas y... Ahora solo tenía que cuadrar mi presupuesto y el de Soyunmendrugo para poder cumplir mi sueño.

Esta vez, para evitar males mayores, me puse unas gafas de sol untadas con vaselina mientras buscaba información que completase la siguiente formula econométrica:

Min P = Billete de avión + gasolina del coche + peaje de autopista + Parking aeropuerto + alquiler de coche en Cagliari+ hotel +Σ (esta última variable define el coste de los posibles imprevistos que podrían suceder y otros gastos asociados).

Después de días de estudio  y de poca claridad (esto debido al uso continuado de gafas de sol), conseguí el siguiente resultado:

Avión Cagliari desde Barcelona (ida + vuelta) con Ryanair: 60 €

Avión Oporto – Barcelona (ida + vuelta) con Ryanair: 60 €

Gasolina coche + autopista a Oporto (ida + vuelta): 50 €

Parking aeropuerto: 31 €

Alquiler coche Cagliari (4 días) con Europacar: 157 €

Hotel (habitación doble + desayuno buffet), Santa María  (tres estrellas): 47 € noche

Σ: 100 € (incluidos costes de gasolina del auto alquilado)

Una vez obtenidos estos resultados, los valide con mi compañero de viaje que tranquilamente en su casa o tomando cervecitas por ahí, esperaba que le organizará el viaje.

-   Hola ¿qué tal?

-   ¿Qué pasa ya es encontrado algo?

-   Sí, ¿qué te parece ir a Cerdeña?

-   Vale, por qué no, ¿Por cuánto nos saldría?

- Aproximadamente por 300 pavos cada uno, más lo que nos gastemos allí.

- Esta bien, es más o menos lo que me pensaba gastar, ¿te encargas tú de hacer las reservas pertinentes?

-   Bueno, sino queda otro remedio...

-   Ok, hablamos el día antes para quedar

-   Chao

-   Chao

Así que me puse manos a la obra e hice las reservas pertinentes, imprimí los billetes de avión de los dos, el bono del hotel y el coche. Pedí prestada una guía, mapas y trípticos de Cerdeña, hablé con amigos y conocidos que estuvieran en la isla para que me aconsejaran los sitios que ver, donde comer, cuales son las mejores técnicas para ligar y... Consulte el tiempo y nuestro horóscopo para esos días, después de todo esto, me tome un par de trankimazines y me eche a descansar.

El día antes cuando estaba comprándome unos calzoncillos nuevos, por lo que pudiera pasar, recibo el siguiente mensaje de Soyunmendrugo:

“¡Todo listo!, a las 8 paso por tu casa

Después de leerlo esto, me tranquilice, por lo menos no tenía que hacerle su maleta.

Un abrazo,

Rato Raro