sábado, 24 de julio de 2010

Estar en casa es peligroso


No quiero ponerme melodramático, pero  el día a día, sobre todo para un patoso confeso como yo, esta lleno de peligros. Todos los días me estoy jugando la vida, actitudes mías que pueden parecer pequeños despistes cotidianos se convierten en terribles trampas mortales. Os voy a poner ejemplos reales:
           
Hace ya algunos años, cuando todavía vivía con mis papás, me pasó un doloroso suceso. Os cuento, era sábado por la mañana, el día anterior -corrijo la noche anterior- había sido muy intensa, nos equivoquéis la culpa la tuvieron las copas porque de lo otro na de na. Bien, no me enrollo más que me disperso, llamaron al teléfono (de los antiguos, no uno de esos móviles de ahora, lo digo para que no haya malos entendidos), me arrastré como pude a descolgarlo, era mi amigo Senén, que había estado de copas conmigo la noche anterior, el muy capullo como no duerme no se le ocurre mejor cosa que llamarme a las 11:00 de la mañana. ¡Bueno al tema!, descuelgo el teléfono y empieza a rayarme con no se que paranoia. La verdad nunca le hecho demasiado caso, de vez en cuando utilizaba algún tipo de monosílabo para que creyese que seguía la conservación. Cuando de repente, sentí una punzada en la espalda, no me podía mover y tampoco era capaz de soltar el teléfono. El muy cabrón cuando le empecé a contar lo que me pasaba quería colgar el teléfono, yo le supliqué que por favor que no lo hiciera, que esperara a que llegara mi madre, es que llevo fatal el dolor en solitario. Mi madre llegó 1 hora y 34 minutos después, me vio allí encorvado con el teléfono. Casi llorando le dije que no podía mover. Mi madre quería llevarme a una vieja curandera borracha que todavía vive en mi barrio para que arreglara la espalda pero el problema es que no me podía mover. Llamó a mi padre y éste con la gran astucia que lo caracteriza, no se le ocurrió mejor cosa que meternos (a mí y al teléfono) en un carretillo, eso si después desenchufarlo, y llevarme a Manuela la curandera. El camino hasta su casa se me hizo eterno, tenía una enorme sensación de ridículo, creo que todo el mundo nos estaba mirando (a mí, al teléfono y claro está al señor José, mi padre). Llegamos, nos abrió la puerta, estaba demasiado cocida para darse cuenta que mi padre me llevaba en un carretillo, entramos los tres en su casa, Manuela empezó a hostiarme con un palo en las manos hasta que solté el puto teléfono (evidentemente lo solté rápido, al segundo hostión porque al primero todavía estaba despistado), la verdad es que la muy cabrona se notaba que tenía experiencia en estas situaciones. Luego empezó a machacarme la espalda y el dolor era tan grande que le dije que parase para no sufrir más. Consecuencia: estuve una semana tumbado en cama y un año sin coger el teléfono.

Recuerdo otra terrible experiencia. Eran las 6:31 de la mañana de un lunes cuando sonó el despertador. Salí de la cama como buenamente pude y me metí en la ducha. Cuando me estoy enjabonando la cabeza se me metió champú en el ojo izquierdo. No se me ocurrió mejor cosa que mirarme el ojo en el espejo desde la bañera, sin acordarme de que el puto espejo llevaba 4 bombillas de 220 voltios cada una. Lo giré para verme mejor (palabra del niño Jesús que me ha pasado), de repente sentí una fuerte sacudida que hizo que se me fuera la pierna derecha y lo único que recuerdo es que aparecí sentado en la bañera tiritando como un pollo en pelotas, con la mano chamuscada, la nariz contra el grifo de agua caliente y el tapón del gel clavado en uno de mis huevos. El golpe fue tan fuerte que se abrió la puerta del microondas que estaba en la cocina.

Os voy a contar otro de mis peligros cotidianos. Sábado por la noche, llego a casa a las 5 de la madrugada después de haberme tomado alguna que otra copita. Entro en la cocina y veo el precioso jamón que me había comprado la semana anterior, me entró el hambre y decidí cortar un poquito de jamón. Resultado 18 puntos en el dedo pulgar de mi mano izquierda y perdida parcial del meñique de la mano derecha.

Hablando de llegar sábados todo tajado, recuerdo lo que le pasó a un conocido mío cuando llego a su casa pimplado y se le dio por hacer unos spaghetti. Mientras la pasta estaba hirviendo, él prefirió tumbarse un poquito en el sofá cama.  Tres horas y cinco minutos después, se levantó porque las llamas le quemaban las piernas, la cocina estaba negra y los spaghetti parecían churros de chocolate desinflados, un saludito Diegito.

Recuerdo cuando un domingo esta en mi “loft” y me apetecía ir al servicio pero como iba ser una cosa rapidita, no me puse las zapatillas ni encendí la luz. De repente un crujido, ¡joder! me había pegado una patada en el dedo meñique del pie derecho con el marco de la puerta del baño. En ese momento el meñique salió disparado contra la televisión encendiéndose en Telecinco. Empecé a soltar lágrimas como Marco cuando lo abandonó su mamá o como Bustamante después de haber quedado tercero en OT, para luego inexplicablemente darme la risa, insultándome “¡seré gilipollas!”, “¡seré gilipollas!”, ¡qué imbécil que soy!”, Ja, Ja, Ja...

Para terminar, quién no ha intentando ponerse un jersey de cuello cisne que te regala tu madre por navidad. En mi caso yo no lo he podido olvidar. Recuerdo cuando mi madre me obligó a probármelo, intenté sacar la cabeza, pero no era capaz, se me había quedado atascada durante más de una hora y media, con la nariz y las orejas clavadas en el cráneo. Al final, tuvieron que venir sacármelo dieciséis familiares y cinco vecinos. Lógicamente arrancaron las orejas y la nariz me la dejaron como la de Belén Esteban.

Por estos peligros y muchas más razones rezo todas las noches un “Jesusito de mi vida”. El peligro amigos no está en la calle, está en vuestras casas.

Siempre vuestro, un desgraciado

RATO  

miércoles, 14 de julio de 2010

Una visión más sobre la crisis

Hace ya algún tiempo que no escribo nada sobre economía, quizás por aburrimiento o porque se había puesto de moda hablar sobre la crisis. Bien después de este largo letargo quiero yo también sumarme al carro de los que dan o han dado  su opinión sobre la situación que nos ha tocado vivir, espero que con el mismo rigor (la verdad que lo tengo muy fácil).

Bajo mi punto de vista, los directivos y banqueros que nos metieron en esta puta recesión se han convertido ahora, de forma directa o a través de sus tentáculos como son organismos como el FMI, el Banco Mundial, la OCDE o el BCE, en los que marcan el rumbo de de  los mercados. Estos son los sujetos que reclaman que se tomen duras medidas económicas y los que exigen que este gobierno de inútiles que haga sus deberes.

Esto tiene cojones.  Estos tipos construyen su propia historia de los acontecimientos, a su puta manera y de un modo totalmente invertido. Siendo su puta historia  la que llega a oídos de todos, aderezada con unas importantes dosis de miedo. Políticos de otros países publican mentiras o rumores, como que hay un plan especial de rescate para España, aumentando así el temor sobre nuestra economía. Ya no importa el color de los gobiernos, de las ideologías, se toman soluciones que se justifican como inevitables.

Esto, no ha provocado más que una invisible montaña de deudas comerciales e hipotecarias tóxicas para convertir en el gran problema “la deuda pública” mucho más fácil de manipular al antojo que las anteriores. Así se pasan el tiempo especulando a sus anchas con primas de riesgo y seguros y, de paso, dejan clara su principal regla de juego que no es más que para reducir el déficit hay que ajustar los gastos, eso sí prohibido tocar nuevos impuestos a los mercados financieros o a las rentas de capital.

Lo más jodido es que esta puta gentuza ha conseguido convencernos a todos que los verdaderos culpables de este desempleo masivo son los trabajadores ocupados. Siendo los primeros los funcionarios que gozan según ellos de una infinita estabilidad en el empleo, “ya veremos hasta cuando”. No son más que unos privilegiados, van contra la norma: el empleo temporal y el despido libre. Tenemos que castigarlos y ellos deben ser los primeros que cedan parte de su salario para pagar elevado gasto público. No vayan a tener que pagarlo los putos banqueros.

Pero lo mejor llego cuando se convirtió a los trabajadores del sector privado con un contrato indefinido en los culpables de que en este país seamos los campeones de Europa en desempleo y contratación temporal. ¿Por qué? solo conseguiremos un empleo de calidad si podemos despedir barato a la gente con más años y contratar por una miseria a los más jóvenes.  ¡Esa es la gran mano invisible que rige nuestro mercado!

¿Y ahora qué? amigos ya se lo que significa la refundación del capitalismo “el mercado debe dirigir la agenda del Estado”, el pueblo si es que estaba algo representado en el poderes públicos ha sido completamente aniquilado, solo nos queda la selección nacional de fútbol.
Siempre vuestro,

RATO

domingo, 11 de julio de 2010

Un día cualquiera



Soñando,
drogándome de vagas esperanzas,
imaginando lo imposible...

Así paso yo el día,
en silencio,
mientras mi mente
sigue volando.

sábado, 3 de julio de 2010

Mi primera vez

Tengo que confesaros amigos, friends, childrens y demás lectores que hasta el día de ayer no lo había hecho nunca. La experiencia ha sido horrible, ¡os lo juro!

Todo esto me paso por ser demasiado bueno, por fiarme de esas tres brujas. Lo que parecía un día  de compras en las rebajas normal, hace que en el día de hoy tenga que salir con gafas de sol de la vergüenza que tengo.

Os cuento, estaba  tan tranquilo en la cervecería “Picholiñas” de mi amigo Fran, leyendo con detenimiento los maravillosos artículos del periódico La Razón, cuando mis tres vecinitas favoritas: Marta la azafata de congresos del primero, Rebeca  la exmiss Pontevedra del segundo y Nuria la camarera del Pub “Cachito” del tercero entraron juntas en la cervecería  y…

Bueno prefiero empezar por el principio, eran las 15:00 horas de la tarde, había salido  muy  contento del trabajo en dirección a mi amado hogar, iba feliz caminando como un angelito que no ha hecho daño a nadie jamás. No me apetecía comer otro día más comida precocinada, así que decidí ir a la cervecería de mi amigo Fran que tengo al lado de mi casa, darme un homenaje, pedirme un menú del día, un bock de clara limón y leer el periódico de La Razón mientras esperaba por el festín. De repente entraron mis tres vecinitas y me dijeron: “Rato, ¿por qué no te vienes con nosotras de compras?, yo olvidándome de que todavía no había comido, les dije que “si” pensando que iríamos alguna tienda fashion, que iríamos algún wok… Así que le dije a Fran que cancelara lo del menú,  que no me encontraba bien, que me dolía el estomago…, siempre he pensado que una mentira piadosa puede salvar una amistad.

Me fui disimuladamente con mis vecinitas, como si solo una de nosotros tuviera llaves para entrar en el portal de nuestro hermoso edificio,  no se que pensáis, pero a mi me pareció una excusa perfecta para salir los cuatro juntos y que Fran no sospechara.

Caminamos y charlamos amigablemente mientras bajamos por la calle Urzaiz, cuando Marta dijo de repente: “¡Por fin, ya llegamos!”, mire hacia la derecha, mire hacia la izquierda y me dije para mi mismo: “¡se tienen que estar equivocando!, ¡aquí hay mucho neón!, ¡esto es un sex-shop! En ese momento las tres se le salieron  las cuencas de los ojos, perdón la las ojos de las cuencas, supongo que las cuencas no se pueden salir de los ojos. Entraron corriendo en el sex-shop con tal fuerza que me tiraron al suelo delante de todo el mundo, me levante y después de que hubiera pasado una hora empecé a preocuparme porque mis vecinitas todavía no habían salido.  Me arme de valor y decidí entrar, ¡qué vergüenza, señor!, ¡qué cosas hay que ver!, todas tenían tres bolsas en cada mano, a Nuria le salía cosa rara de la bolsa y llevaba la visa en la boca sin parar de gastar y gastar, pagando con la visa en la boca porque ya no podía cogerla con la mano. Mientras Rebeca le decía a una de las dependientas que quería un jugetito grande rojo que tenían colgado en la pared, la pobre le tuvo que decir: “¡qué eso es un extintor animal!, ¡eso es un extintooooooooor!, ¡con eso no puedes jugaaaaaaaaaaaar!”. A todo esto Marta se gastaba más de 1.000 € en pilas para todos sus jugetitos, y yo me pregunto ¿Tanta electricidad y tan mojada no acabara electrocutándose?

No quiero seguir entrando en detalles porque me constan que hay menores que leen este blog. Lo único que puedo decir es que pase una vergüenza tremenda.

Salimos de la tienda y nos fuimos a una cafetería a tomarnos un heladito, cuando Marta fue a pagar le cayo una de las bolsas y le salió un pene tamaño de un micrófono, un muñeco hinchable, unas esposas… Acto seguido salí corriendo,  no mire atrás en ningún momento, llegue a casa y cerré con la puerta con llave.
¡Esas son las compras de esas tres arpías! Y yo un pobre inocente que tuvo que acompañarlas.
Deseo a todos mis lectores que no tengan que pasar por una experiencia similar.

Un abrazo,
Rato