No he
perdido la ilusión, a pesar del paso de los años, cada navidad escribo
mentalmente una carta a mi “personal Santa Claus” con la esperanza de poder cumplir
uno de mis caprichitos de “free”. Pero na de na, al final con suerte, alguien
se acuerda de felicitarme las fiestas por WhatsApp.
Esto
forma parte de una tradición más de mi vida, que comenzó cuando escribí, al
señor del pijama rojo, mi primera carta pidiéndole un triciclo. Supongo que el
Hijo Puta ese ha querido cuidar mi corazón de una moción desbordada, a lo largo
de todos estos lustros, y ha decidido no regalarme el triciclo, el tragabolas,
la bicicleta, el scalextric, el castillo de Lego, el barco pirata de los clips
de Play Móvil, la Atari2200, el Amstrand 128k,la minicadena, el recopilatorio
de Siniestro Total, una cazadora de cuero, un beso de la chicha que tanto me
gustaba, una suscripción anual a Penthouse, una peli extranjera en VHS para cultivarme
en todos mis sentidos, mi primer polvo, un par de entradas para el concierto de
los Rolling Stones, montármelo con un par de gemelitas y bueno a partir de aquí
es confidencial - X y no os puedo contar más. En lugar de todo esto, se limitó
a regalarme el palo de una escoba con cabeza de caballo, unas canicas, un bono
para el transporte público, un Dyane 6 de juguete, el Tente, la piragua de los
clips de Play Móbil, una maquinita con un juego estúpido de ranas, un ábaco, un
radio cassette, el recopilatorio de la Orquesta Mondragón, una chaquetita de
lana con renos, la indiferencia de la chica que tango me gustaba, una
suscripción anual a la revista SuperPop, una peli nipona sobre Oliver y Benji,
y muchas noches a solas en compañía de mi fiel “Manuela”.
Ahora que
soy Padrino, no quería que mi ahjado tuviera que pasar por lo mismo que yo, así
que decidí comprar un disfraz de Santa Claus, una campanilla y unos cuernos de
reno para mi perrita Lupi en el Chong Ling de al lado de mi casa. Como el
chaval todavía no sabe hablar muy bien, no me supo decir lo que quería de
regalo, por lo que opté por comprarle un Pocoyo Bailongo, que mola mogollón.
¡Dios!,
para higienizar tanta emoción tuve que ponerme un par de Tenas Ladys durante la
Nochebuena. Me acosté tempranito para poder sorprender a mi ahijado antes de
que se despertara. A las 06:00 A.M me puse el traje con su cojín
correspondiente, el gorro, la peluca y las gafas de Santa Claus, me pinté unos
mofletillos rojos, hice gárgaras con hojas de eucalipto para que el JO, JO, JO
sonará lo más alto y claro posible, le até la campanilla al cuello a Lupi y
como no, le puse los cuernos de reno.
Una vez
que estábamos los dos preparados, nos fuimos en coche a llenar de ilusión la
casa de mi ahijado. Cuando estaba a punto de llegar, me topé con un control
policial que me dio el alto. Los agentes se rieron al verme así, me hicieron
bajar del coche y me llevaron a la furgoneta de atestados a “soplar”, tuve que
repetir la prueba tres veces porque según su versión, un tipo con esa pinta,
tenía que estar pimplado. Al final me dejaron marchar, después de pedirme que
me sacará un par de fotos con ellos y que hiciera una videoconferencia con uno
de sus hijos.
Llegué al
portal, llamé por teléfono al padre para que me abriera la puerta, pero el muy
cabrón no se daba despertado, por lo que me pasé un par de horitas en el
portal, mientras un par de niños gritaban desde sus ventanas que “en la calle
estaba Santa con un bicho cornudo”.
Nos abrió
a las 9:00 A.M. Lupi y yo nos miramos emocionados y nos dirigimos a cumplir
nuestra misión. Entré sigilosamente, Lupi no tanto (el tintineo de la
campanilla delataba su presencia), me dirigí a su habitación, asomé la cabeza y
el pequerrecho cuando me vio, no paró de llorar, llorar y llorar. ¡Me tenía
miedo! Intenté hacerle alguna gracia, pero nada, el seguía gritando y llorando
tanto que los vecinos amenazaban con llamar a la policía si el niño no se
callaba. Al final me rendí, me fui con Lupi y el Pocoyo bailongo debajo del
brazo. En ese preciso instante comprendí que me había hecho mayor y que ahora
el Hijo Puta del pijama rojo era yo.
Un
abrazo,
Rato Raro