miércoles, 5 de octubre de 2011

Erase una vez mi vida

Antes de que algún gilipollas empiece a criticarme cuando lea este post quiero advertiros que muy probablemente alguno de vosotros no conoce todavía a sus verdaderos padres. Pensarlo durante un rato, ¿creéis que es normal que vuestros padres no pasen del 1,65 m, mientras que vosotros medís más de 1,80 m y tenéis los ojos achinados? O También puede darse el caso de que vuestros padres hablen así de extraño y despacio porque fueron fruto de algún tipo de incesto.

Un 23 de febrero de 1975, una mujer gallega dio su particular golpe de estado, dando a luz un bello bebe (es decir “YO”) que cambiaría para siempre su vida.

Mis padres José y Carmen, obrero de Citroën él y ama de casa de ella, formaban una feliz familia junto con su hija María del Carmen. Mi hermana nunca me perdono que estropeara aquel mundo tan idílico.

Empecé a tener problemas desde el primer minuto de vida, por mi alergia a los lácteos y a ciertos medicamentos como el ácido acetil salicílico que me hicieron estar, durante la mayor parte de mis dos primeros años de vida, lejos de los brazos de mi querida madre.

Hasta los doce años tuve que vacunarme cada día, hasta que el Dr. Quireceda consiguió curarme mi alergia. Fue entonces cuando probé el sabor de la leche por primera vez que aún a día de hoy detesto sino lleva consigo al menos dos paladas de cola cao o de algún otro sucedáneo. Por supuesto tampoco me gustan el queso y los yogures naturales, aunque soporto la mozzarella en las pizzas y adoro los yogures de sabores. Supongo que estas cosas forman parte de las múltiples contradicciones que forjan mi carácter.

Siempre fui un niño muy guapo, condición que con el paso de los años sigo manteniendo. También bastante problemático en el colegio, quizás por mi dislexia galopante o  por haber vivido el asesinato de mi abuelo con tan solo 12 años, puede que ambas, no lo sé, no soy psicólogo. Supongo que todo esto  hizo que tanto profesores como compañeros de clase no dejaran de tocarme las pelotas durante todo el EGB. No voy a gastar más tinta con ello porque he conseguido borrar todas las cosas malas que han atormentado mi vida. Además alguno seguro que sale diciendo que paso largo tiempo ayudándome, cuando la verdad siempre estuve sólo. Mi mejor amigo en el colegio era un cactus que alguien no había querido llevar como regalo a su madre.

Pasó el tiempo y comenzé en el instituto. De él recuerdo que siempre había un coche de policía en la entrada y que no paraban de merodear yonquis por los alrededores. Me prometí empezar de cero. Me relacione con otros congéneres y dejé de sacar todo sobresalientes, con el objetivo de ser socialmente aceptado. Al poco tiempo empecé a tener amiguitos, entre ellos el “Jaco” que unos meses después sufrió el suicidio de su madre. La mujer se quito la vida cuando los médicos le dijeron que su hijo, un yonqui al que le habían dado una paliza delante de sus ojos y en su propia casa, probablemente no saliera nunca del coma en el que estaba y si lo hacía quedaría tetrapléjico. Irónicamente el sujeto salió bien de todo aquello y sigue siendo el mismo drogadicto de siempre. Supongo que la tragedia nos unió como si fuéramos hermanos siameses, aunque  nunca hablamos abiertamente del tema. La fantasía fue nuestra mejor vía de escape, enganchándonos a los juegos de rol. En ellos podíamos desahogar nuestra rabia de un modo civilizado. No sé ni cómo ni por qué, empezamos a ser como una especie de sujetos especiales para un montón de bichos raros de nuestra edad. De estar siempre solo, comencé a tener un montón de “amigos”que no paraban de reír todas mis gracias y las de Jaco.

Mi relación con mis padres, fue durante años fría pero buena. Mis papas nunca se atrevieron hablar conmigo, ni siquiera hoy, de todo lo sucedido. Me consintieron y me mimaron todo lo que pudieron, lo que provoco constantes ataques de celos en mi hermana. Cuando me enamoré por primera vez de una chica quise tener una conversación sería con mi padre, pero no pudo ser. No tenía tiempo. Él vivía su propio calvario. Pasaba los días en la finca de mi abuelo, para que todo estuviese igual que cuando nos dejo.

Empecé la universidad, no por vocación, sino porque en aquellos tiempos era lo que tocaba al terminar COU. Después de dos anodinos años en lo personal. Comencé a replantearme mi vida. Estaba cansado de la gente y de mí, no tenía claro si quería seguir estudiando. Así que aprovechando que mi hermana se había ido a trabajar a Disneyland Paris, me fui a vivir con ella. Una vez allí cumplí un sueño “vivir una historia de amor con Blancanieves”.

Colorín, colorado, este cuento por ahora se ha terminado.

Un abrazo,

Rato Raro

PD: Un día volví, abandone todas mis “amistades”, me puse a trabajar y termine la carrera pero eso ya es otra historia.



3 comentarios:

Diana Rincewind dijo...

Con esa vida tan movida el apelativo de "Raro" se queda un poco corto. Menos mal que (a veces) parece que hayas vuelto al ¿buen? camino.

¡Un abrazo Rato!

Rato Raro dijo...

Tan Raro no creo, solo seguí los consejos del Señor Steve Jobs,: "No me deje atrapar por el dogma que es vivir según los pensamientos de otros. No deje que el ruido de las opiniones ahogara mi propia voz interior. Y tuve el coraje de seguir a mi corazón e intuición porque ellos siempre supieron lo que realmente yo quería ser, dejando a un lado todo lo demás".

Gracias maestro por enseñarme el camino.

Un abrazo,

Rato Raro

Cristina dijo...

Rato Raro, yo también me quedo por aquí. Me ha gustado mucho esta breve descripción de ti mismo. Te han pasado tantas cosas, que más que la vida real parece que me estoy leyendo la sinopsis de un libro de esos que leía cuando era adolescente sobre adolescente. Espero pasarme por aquí a menudo a leerte y enhorabuena por el blog.

Besos!
Quejica
http://soyquejica.blogspot.com