Una vez en una
bonita aldea, con su jardín, sus animales domésticos y sus cuencos de leche.
Justo al lado del reformatorio y el cementerio vivía una familia. Un día la madre dio a luz un
precioso niño. Los abuelitos estaban
felices. Siempre se quedaban con el bebé cuando sus padres se iban de fiesta. La verdad, es que a
parte de cuidar de su nieto, no tenían otra cosa mejor que hacer que pagarle la
hipoteca y las letras del coche a su hijo y nuera. Pasaron los meses y el niño
ya sabía decir todas las palabras del diccionario, pero no crecía, de hecho había menguado. Había pasado de los 65
cm, hasta los 62,8 cm en tan sólo 4 meses. Al principio eso preocupa mucho a su
familia, pero después de un par de mojitos, se tomaron todo a risa y empezaron
a tirarle trocitos de fruta a la cuna. Es más, le sacaban fotos y las subían al
Facebook para que todos sus colegas
pudiesen descojonarse.
Con 16 añitos el
niño tan sólo medía 20 cm, así que su madre decidió que era el momento de
dejar de darle el pecho para no correr el riesgo de ahogarlo. Para poder seguir alimentándolo, compraba todas las
mañanas quesitos Mini Babybel y miniembutidos Campofrío.
Un día, con 25
años, mientras descansaba en la mano de
su abuelito, vio una foto de sus padres, y contrariado por lo que estaba
mirando preguntó:
- Abuelo, ¿por qué yo no salgo en
esa fotito?, ¿es por qué soy tan pequeñito que no se me ve?
- No Little, es que ahí todavía no
habías nacido.
- Entonces “abu”, ¿dónde estaba?
- Umm..., ¿pues dónde va a ser?....
en el pito de tu padre.
- Entonces el pito de papa tuvo que
ser muy grande para que yo cupiera dentro.
- Je, Je...bueno no te creas que
era para tanto..., al fin y al acabo cuando estabas allí eras muy pequeñito...
- ¿Más pequeño que ahora “abu”?
El abuelo, abrió
los ojos como platos de sopa fría, cogió su lupa, lo miró con dificultad durante unos instantes (la copa de
orujo que había tomado para desayunar, le estaba creando algún tipo de trastrono en su visión) y le dijo:
- Claro que sí, por aquel tiempo,
la única manera de verte era a través de un microscopio.
Pasaron los
años, y con ellos fueron desapareciendo los centímetros de nuestro amiguito. Un
día mientras usaba, en la bañera, como trampolín el pene prostático de su padre,
resbaló cayendo en el agujero del glande.
El padre asustado agitó sus piernas, provocando un pequeño oleaje que acabo por
arrastrar a nuestro pequeño amiguito a los testículos de su progenitor.
Nunca más
consiguió salir de allí, a pesar de los esfuerzos de su madre por liberarlo
(viagras escondidas en el desayuno de su padre, masturbaciones, felaciones y
demás truquitos de mujer para provocar el éxtasis de su marido).
El corazón de su
padre no pudo soportar tanto trasiego y acabo por pararse. Antes de enterrarlo
la madre desesperada mandó extraer todo su semen, donándolo a una clínica de
fertilización.
Después de robar
el registro de donaciones, buscó a su hijo desesperadamente por todo el mundo,
hasta que un día lo encontró en la vieja Mansión que tenían los nietos de Torrebruno
en el Principado de Mónaco.
Después de explicarles
todo lo ocurrido a sus padres pseudoadoptivos, estos decidieron darle de nuevo
la custodia de nuestro amiguito.
Ahora viven
juntos felices, en un mini piso de protección oficial, gracias a la
pensión que su madre recibe en concepto
de viudedad.
Y colorín,
colorado este cuento se ha esfumado...
Un abrazo,
Rato Raro