El primer día que empezó a trabajar
Bonifacia, estuve a punto de morir de un espasmo psiconervioso cuando llegué a
casa.
El olor a limpio llegaba hasta el
primer piso. Pero cuando abrí la puerta de mi loft, ¡Redios, que mal rato pasé!
Me habían robado las cortinas del
salón, mi pijama de ositos, mi camiseta de naranjito y el albornoz que me lleve
por error del último balneario en el que me alojé. Me hubiese caído desplomado
en ese mismo instante, sino fuera porque tenía que muchas ganas de orinar y no
tenía tiempo para entretenerme.
Después de tirar de la cisterna y
lavarme convenientemente las manos, cogí el teléfono para llamar a la policía.
Pero antes de marcar el último número, pensé que primero era mejor hablar con
los vecinos que me la habían recomendado.
Subí al último piso que compartían el
señor Jesús y las señoras Paloma y Trinidad. Llamé a su puerta. Pedro, asistente
social que se encargaba de su cuidado, abrió la puerta con prisa. Me di cuenta
que no llevaba nada debajo de su bata porque podía entrever una enorme llave
debajo.
Intenté reponerme de la impresión y
les dije:
- Quiero deciros dos cosas. La primera, Pedro, ¡por favor
ponte unos calzoncillos! Y la segunda, ¡Bonifacia me ha robado en su primer día
de trabajo! Voy a llamar a la policía.
Pero el señor Jesús me tranquilizó:
- Rato hijo, ¿quieres tomar un chupito de “Santa Teresa”
y un trocito de tocinito de cielo?, ¿Por qué no llamamos antes a Bonifacia?
Después de
unos cuantos chupitos y un par de pedacitos de tocinitos de cielo, empecé a
confesarles todas mis penas...y después de tanta compresión por su parte, decidí
que se hiciera su voluntad, y llamé a Bonifacia.
¿Cuando me
cogió el teléfono le espeté:
- ¿Cómo me has podido robar todo lo que más quiero?,
¿Dónde los guardas, so ladrona?
Bonifacia,
muy enfada, me dijo:
- Lavados y tendidos, en el tendero de tu loft,
¡COCHINOTE! Cuando estaba haciendo la cama, tu pijama me pedía fuego. Y el
albornoz hacía de alfombra en el suelo del baño.
¡Qué corte me pegó! Intenté hacerme
el sueco y le dije:
- ¡Has picado!, ¡mujer era una broma de cámara oculta!
Me tuve que terminar la botella de “Santa
Teresa” y me fui a casa avergonzado. Pobre Bonifacia, ¿Cómo he podido hacerle
esto?
Un abrazo,
Rato Raro