Me gusta luchar
por las causas perdidas, los indefensos, los olvidados, de los que se han
extinguido de nuestras casas. Del bocadillo de mantequilla. ¡Mamás!, ¿por
qué habéis marginado el bocata de
mantequilla, con respecto al de chorizo, jamón y queso?
Os voy a contar porque
llegue a esta conclusión. Este fin de semana me fui a visitar a mi hermana con
el pretexto de ver a mi sobrino, y así tener alojamiento gratis y hacer un poco
de turismo low cost por la Ciudad Condal. Ayer me levanté, a las doce de la
mañana más o menos, y me fui rápidamente
a la cocina a preparar un Nesquik acompañado
de un rico bocata de Natacha para desayunar. Empecé a rebuscar en la nevera y
sólo encontré envases de jamón serrano, jamón de pavo, jamón york, chorizo, queso, mortadela con y
sin aceitunas, chope y fuet, todos ellos envasados al vacío. No había ningún
triste embutido al corte de la charcutería ni un rico bote de Nocilla. Es más, me fije como el pan de molde los miraba
fijamente: con la miguita triste.
Entonces llamé a
mi sobrino y le dije:
- Gael, la leche esta fría, ¡este
microondas no caliente una mierda!, por favor tápate los oídos cuando diga
mierda y no te me quedes mirando con cara de gorrilla, que ayer ya te solté 35
céntimos. Por cierto, ¿tu madre no te
prepara bocadillos de mantequilla?
-Gael se puso muy triste. Es más, noté como le temblaban las pupilas y se le
humedecían, mientras le caía una lágrima por la mejilla. Parecía Marco cuando
se enteró que su mama se había ido del país por culpa de Berlusconi. Me abrazó y me dijo:
-Tito Rato, no he vuelto a comer
un bocadillo de Natacha, con chapatita y con tanto azúcar que pensé que iban a
caer todos los dientes de leche, desde que el año pasado mamá te pagó 400 €
para que te quedarás conmigo durante el Puente del Pilar.
En ese momento
mi sobrino se puso las manitos en los ojos y salió corriendo para el baño para
llorar y orinar. Entró su madre y le dije:
- Por favor, vete a consolarlo.
Así que me quede
solo en la mesita de la cocina, calenté de nuevo el Nesquik, pero esta vez en
la vitrocerámica y me lo tomé a sorbitos para poder disfrutarlo con calma.
Cuando volvieron mi hermana y mi sobrino del baño, le dije a ella:
- Por favor, puedes ir al super,
comprar Natacha y hacerme un bocadillo de mantequilla. Bueno, uno no, dos.
Los dos se
miraron incrédulamente:
- ¿Quieres también que te abanique
cuando te lo comas?
- No te preocupes por el calor, ya
pongo yo el ventilador.
Con una cara de
mala hostia que recordaba a la de mi última relación cuasiestable, mi hermana salió
y cerró la puerta de la entrada de un portazo y volvió a los 39 minutos con una tarrina de mantequilla.
- ¿Quiere el señor que le haga
ahora el bocadillo?
- No, mejor me lo preparo yo y así
le pongo la dosis exacta de azúcar y mantequilla. Eso sí, si puedes prepáreme un zumito de naranja que
estoy seco.
Entonces mi
hermana me miró y me dijo:
- Pero si te acabas de ventilar
todo el cartón de zumo de piña de dos litros.
Me puse rojo de
la vergüenza pero le di la razón. Todos éramos felices. Cuando entró mi cuñado
nos vio a mi sobrino y a mí comiendo nuestros respectivos bocadillos de
mantequilla, mientras mi hermana exprimía
las naranjas de nuestro cuarto zumito.
Moraleja que
poco cuesta hacer feliz a los que más quieres.
Un abrazo,
Rato Raro