No quiero aburriros después de cuatro meses, con la segunda parte
de mi viaje a Cuba, en el que únicamente os iba a contar como me rompí un dedo
del pie mientras me perseguía un cerdo, en la playa, que se quería comer mi
bocadillo. En vez de eso, prefiero transmitiros todos los secretos que he
aprendido sobre el sexo en la isla:
El primero de ellos es llamar a las cosas por su nombre, salvo que
seas del PP y prefieras decir “hacer el amor” cuando realmente estas pensando
en follar. Sino por qué nuestro dominatrix Mariano hace que nuestros ojetes se
expandan tan rápido como el agujero de la capa de ozono. ¡Si eso es hacernos el
amor, qué coño será que nos folle!... ¡Pues que lo sepas Mariano, a pesar del
crecimiento de mi ano, me siento mal follado!
Otra cosa casi tan importante como llamar a las cosas por su
nombre, son los espejos. Es vital seguir las indicaciones del feng shui para
colocarlos en vuestros dormitorios. Así ponerlos en la pared o en el techo esta
bien, pero nunca los debéis poner de pie en plan laberinto, porque te puedes
perder y lo de que se trata es de follar y no de jugar al escondite.
Cuando presintáis que vais a tener la oportunidad de echar un
polvete, es importante tomar un poquito de alcohol, por eso de que nos da
confianza ya que después de unos meses sin mojar el churro, la autoestima se va
perdiendo. Además ayuda a retrasar la eyaculación, algo necesario, para no irse
con la emoción de conseguirlo al fin, a las primeras de cambio. Esta receta
tiene sus riesgos si te excedes con las dosis, sin ir más lejos, a mí por ejemplo
el fin de semana pasado, después de haberme pasado un poco con los mojitos, acabé
follándome a un barril de vino con una fregona a los pies de mi cama.
Antes de clavar la banderilla, es importante jugar un poco. Con
esto me refiero a los típicos juegos de cama, no saquéis el móvil y os pongáis
a jugar al tetris, porque inevitablemente se pierde la pasión. Me refiero a jueguecillos
como hacerse masajitos con aceites aromáticos, hacer un estriptis en plan Nueve
semanas y media (mejor que lo haga vuestra pareja, es un consejo de vuestros
espejos), incluso tiene su morbo decir insultos cariños en plan erótico como: “eres
una guarilla”, y “tú mas”, “pues sí”...”ummm!!! eso sí que me gusta”. Queda
terminante prohibido insultar a la familia al estilo: “tu madre huele mal”,
“pues anda y vete a una pocilga con ella”...en ese preciso momento la cosa se
nos ha ido de las manos y ahí ya no folla ni el Tato.
No descuidéis nunca el momento clave, “el orgasmo”, en ese momento
siempre hay uno de los dos que se duerme (que por lo general sueles ser tú),
mientras el otro se fuma un pitillo (siempre apetece uno, después del trabajo
bien hecho). En principio si el del pitillo no se queda dormido, todo va bien.
El problema surge cuando si lo hace, y un buen polvo acaba con dos personas
desnudas con el 80% de su cuerpo quemado y un desalojo no bancario del
edificio. Para evitar esto, es importante darle conversación al que esta
fumando, hasta que este apague el pitillo (vigila que no lo haga en la caja de
condones).
Es fundamental no reírse de tu pareja cuando esta delante de ti
desnudo/a (¿os reis vosotros acaso cuando estáis como Dios os trajo al mundo
delante de vuestro espejo?).Si no te mola su cuerpo, te piras y ya esta, que
eso hace menos daño.
Tenéis que sentir a vuestra pareja como parte de vosotros mismos.
Si mientras la acariciáis con los ojos cerrados, notas que tiene mucho bello y
te chupa la mano, es que estáis con un chimpancé. Abre los ojos, échala/o de la
habitación y dale un par de invitaciones para el circo que este verano esta en
tu pueblo, seguro que allí encuentra algún animal que lo/a consuele.
Mientras estéis en la faena, no escuchéis a vuestro corazón, salvo
que este haga piiiii, porque se estarán terminando las pilas del marcapasos y
es necesario que te vistas (ante todo hay que mantener la dignidad) y llames
urgentemente a una ambulancia.
Si seguís todos mis consejos os auguro intensos momentos de inhumano
placer, aún que no estéis viviendo una aventura en el Caribe.
Un abrazo,
Rato Rao