domingo, 28 de julio de 2013

One, two, three...Chumichuli


En el invierno de 1982, en una ciudad con encanto del litoral español todo transcurría con normalidad. Llovía  mañana,tarde y noche, la gente  compraba el Faro de Vigo  y los empleados del sector naval se preparaban para una dura reconversión. En uno de sus pequeños colegios, los alumnos de 1º EGB, escuchaban atentamente a su profesor de mates Don Armando Guerra que  uno a uno los sacaba a la pizarra y les decía: 

- Te voy a preguntar la lección.

Cuando llego el turno de Xian, el profesor le dijo:  

- Cuenta hasta 10.

Él automaticamente le respondió:

1,2,3,4,5,6,7, chumichuli,8,9 y 10.

La venas del cuello de Don Armando se hincharon como las de María Patiño. Después de tres segundos de intenso silencio, mientras  golpeaba suavemente una regla de metro y medio sobre su mano izquierda, le dijo:   

- Perdona, hijo creo que no te he escuchado bien, ¿puedes volver a repetir?
  
  Claro que sí Don Armando, 1,2,3,4,5,6,7 chumichuli.

Antes de llegar al 8, Don Armando le dio un tremendo varazo en su trasero y le dijo:

-  ¿Qué santos testículos es “chumichuli”?

Después del azote, Xian tenía problemas de habla por la obstrucción que sus pequeños huevecillos le habían provocado en su garganta. Tomó fuerzas “sabe Dios de dónde”, tragó saliva para lubricar su laringe y así facilitar la vuelta de sus partes nobles a su lugar de origen y dijo:

- Es un número. Mi vecino Iagito que tiene más años que Leticia Sabater,  me enseñó que entre el 7 y el 8 va “chumichuli”.


Todos sus compañeros empezaron a reírse  pero el profesor, con más sangre que un langostino de Pescanvoa en su cabeza, paró el jolgorio a hostia limpia, eliminando cualquier atisbo de felicidad en los rostros angelicales de los niños.

Don Armando, al terminar la clase, muy preocupado por la más que posible falta de normalidad intelectual de Xian, buscó el número de teléfono de su vecino Iagito en las páginas amarillas y le llamó:

- ¡Hola caracola!

- Mire soy Don Armando Guerra profesor de matemáticas de Xian, antes de que le comente el motivo de mi llamada, ¿quería saber si es usted un poco retrasado o tiene algún tipo de tara que debería conocer?

- No buen hombre, le he contestado así porque esperaba una llamada de mi ahijado.

Don Armando, algo nervioso y con un litro más de sangre de lo habitual en su cabeza, le dijo:

- Eso me tranquiliza un poco, estoy cansado de estar rodeado de tanto anormal. Bueno al grano, ¿le ha enseñado usted a contar hasta 10 a Xian?

- Sí. Mire. Precisamente ahora estoy enseñando a otro niño los números.


Don Armando Guerra oyó como una voz de niño de corta edad decía a lo lejos: 

- 6,7,8, chumichuli, 8, 9 y 10.
 

El profesor más indignado que Ana Colau, le dijo a Iagito:

-  Me puede decir usted ¿qué vello púbico de la santa vagina significa chumichuli?

- Perdone, no sé de que me habla. ¡Adiós!


Después de colgar el teléfono, Don Armando, muy preocupado, dio aviso a la dirección del centro, que envió a una unidad especial de delitos pedofílicos a casa de Iagito. Cuando llegaron al domicilio llamaron a la puerta. Abrió Marta, una de sus vecinitas adolescentes:  

- ¿Quienes sois?

- Somos la policia.

- Adelante - respondió ella - ¿Os gusta mi faldita? Es un color nuevo, está entre rojo, naranja y chumichuli.

En ese momento, los miembros de la unidad antipedofilica sacaron las armas y entraron en la casa buscando a Iagito.  Su novia que se encontraba en la cocina, les dijo:  

-  Hola, ¿se quedan a comer? He hecho costilla al horno, criollo, ensalada y chumichuli.

Los policías cada vez más alarmados, sacaron su armamento pesado. Tras mucho buscar encontraron a Iagito en el sofa del salón tomándose unas cervecitas de la marca blanca Carrefour. Se acercaron y le preguntaron:   

-  ¿Qué es chumichuli?

- Esta bien lo confieso. Un día preparando churrasco en el jardín, me apatecía adobarlo con un poco de salsa, llamé entonces a mi novia y le pedí que hiciera un poco de chumichuli, bueno quería decir chumichurri y desde aquel momento no puedo quitarme esa palabra de la cabeza.Algo parecido me ocurrió hace años cuando escuché el nombre de David Hasselhoff


Automáticamente detuvieron a  Iagito y lo enviaron a la cárcel por chumichulicilio. 

Y colorín, chumichuli y colorado este cuento por el momento se ha acabado.

Un abrazo,

Rato Raro

lunes, 22 de abril de 2013

¿Quién se va a comer mi zanahoria?

Me encontraba en casa, buscando lo más profundo de mi yo interior con la ayuda de un libro de Eduardo Punset. Sentado en el suelo con las piernas cruzadas, con una barrita de incienso, mi pijamita de seda y el torso completamente descubierto...Bueno, lo típico que hacemos las personas con preocupaciones trascendentales cuando llegan a su loft después de un día agotador de trabajo.

Cuando estaba a punto de abrir el libro, después de media hora de examinar con atención su portada, apareció la “Señora Carmen”, mi santa madre, con unas páginas de periódico en sus manos que le escandalizaban. En su rostro se podía ver una enorme preocupación.

Me dijo que en el Faro de Vigo salía un anuncio de canibalismo familiar. Decía así:

-Gemelitas hambrientas quieren comerte enterito. Nos lo tragamos todo, todo...A domicilio y con la máxima discreción”.
Mi madre estaba muy nerviosa, quería llamar a la policía para decirles que había dos mujeres caníbales tragonas sueltas por la ciudad. Tuve que darle un tranquimazin. No sabía como explicarle lo que era aquello.

Luego me dijo:

¡Hijo, con esto de la crisis, ha vuelto la esclavitud! ¡No me lo puedo creer!, se venden personas, aquí cerquita y baratas. Lee esto: “Griego 50 euros. Francés “sin” 30 euros, supongo que los calvos se cotizan menos. “Africano Mandingo, beso negro por 60 euros”. Yo no entiendo nada hijo, porque por muy barato que te salga el negriño, ¿para qué quieres un señor paseando por casa que lo único que sabe hacer es dar besos?, ¿qué haces con él?, ¿lo pones en la puerta por si llegan visitas?

Yo no sabía como decirle que todo lo que estaba leyendo eran cosas pecaminosas, así que opte por no preocuparla y seguirle un poco la corriente:

-Lee, mama, a ver que más dicen.

  Pues mira hijo, en esta misma página, también me llama la atención un anuncio en el que venden animalitos de compañía. Hay uno que dice así: “Tengo un conejito peludito y juguetón que quiere que lo acaricies”. Está muy triste y necesita tu zanahoria”. ¡Ay que peniña me da!, ¿quieres que te lo compré?, sólo cuesta 30 euros.

¿Cómo le puede decir uno “NO” a su madre cuando la pobre mujer lo único que quiere es hacer feliz a un desvalido conejito?

Por último, le llamó le atención, la falta de picardía que tenía hoy la juventud a la hora de buscar un trabajo.

Ratiño, ¿pero cómo no va a ver tanto desempleo?, ¡y luego le echan las culpas al pobriño de Rajoy!, lee lo que dice aquí: “Jovencitas no profesionales y muy pero que muy inocentes. Nos tendrás que enseñar todito tú, sólo por las tardes, si no papi se entera...”, ¿no tendrían que hacer un curriculum de esos y mentir aún que fuera un poquiño?, ¡Es que así quien las va a contratar!, ¿sabes lo que les diría yo?

  ¿Qué mamá?

Pues que no importa que se enteren sus padres de que trabajan, que trabajar es algo muy digno, aún que sea todo el día de rodillas fregando suelos o comiéndose todo lo que te suelta un jefe desgraciado. Una tiene que adoptar una postura abierta cuando comienza a trabajar, aguantando la presión de tener a alguien todos los días encima. Luego llegas a casa, te duchas, te relajas y ya verás cómo al día siguiente todo entra de otro modo.

No tuve valor, de decirle la verdad a mi madre. Son las 22:30 h y tengo miedo. Dentro de media hora, un conejito peludo se comerá mi zanahoria.

Un abrazo,

Rato Raro

PD: Antes de ser devorado por un peludo conejito, quiero daros las gracias a todos los que alguna vez os habéis parado por mi micromundo. ¡ADIOS MUNDO CRUEL!

domingo, 14 de abril de 2013

EMIGRA EL AMOR

Notaba que las llamadas de Laura desde Dusseldorf eran como los dientes de mi abuela: más bien escasos, por no decir inexistentes.

Aunque la especie humana es desconfiada por naturaleza, yo quería seguir creyendo en Laura. ¿Por qué tenemos que desconfiar si entramos en nuestra casa y en nuestro salón hay tres señores con acento del este y pasamontañas?, Oye igual se han perdido, tienen frío y lo único que buscan es un lugar donde pasar la noche. Lo mejor es prepararles algo de cenar y hacer las camas del cuarto de invitados.

Siguiendo esta misma hipótesis, ¿por qué hay que desconfiar de tu pareja si está trabajando en Alemania, la llamas al móvil, y lo coge en tu tipo que no conoces, hablando en Alemán y borracho como un piojo? ¿Por qué tengo que estar intranquilo si sólo lleva 15 días sin llamarme? Igual allí no tiene mucha cobertura. ¿Por qué tengo que desconfiar, si todos los días duerme en casa de su compañero de trabajo del puesto de salchichas en el que trabaja a media jornada en vez de dormir ella solita en aquel horrible hostel?

¿Sabéis por qué desconfiamos de todas esas cosas sin importancia? Pues muy sencillo, porque somos unos paranoicos. Nos volvemos completamente esquizofrénicos cada vez que nos sentimos inseguros. Debemos confiar en nuestras parejas, la monarquía, los políticos, los directores de banco...

La semana pasada me entraron unas enormes ganas de darle una sorpresa a Laura. Hice mi maleta de mano y al salir el viernes del trabajo, cogí el coche y me fui directamente hasta el aeropuerto de Oporto.  Después de que la policía portuguesa me pusiera tres multas por unas absurdas normas que se han inventado para que los gallegos contribuyamos al rescate de su país. Llegue al aeropuerto de Sa Carneiro con 300 € menos en la cartera, pero con una enorme ilusión por volar a Dusseldorf. A las 22:30 h por fin conseguí pisar suelo alemán. Llamé a mi novia para decirle:

- Hola cucharita, tú ratoncito está aquí!
 
  Su respuesta fue:

  - Qué leches haces aquí? ¿Por qué te presentas sin avisar? Siempre igual, eres un egoísta. ¿Dónde estás? Ahora voy.

Tardo 3 jodidas horas en llegar que para mí fueron una eternidad. Pero claro, salir de la cama, vestirse, despedirse de la salchicha de su compañero de trabajo y venir hasta el aeropuerto lleva su tiempo. Pobrecita, ¡SOY UN PUTO EGOÍSTA!

Cuando por fin llego me hizo un gesto para que le siguiese a la cafetería y se sentó.  A partir de aquí resumiré porque no me gustan los melodramas. Ella me dijo:

-  Por qué has venido?, ¡Ya no te quiero!, ¿cuándo te vas?, más que nada porque he quedado. 

- Bueno yo..., penaba quedarme todo el finde. 

- Ni lo sueñes, ¿qué te crees?, yo tengo mi vida, tengo planes...

- Adiós, espero no volver a ver más esa estúpida cara.

- Adiós, no te preocupes cuando tenga un poquito más de dinero me hago una operación de cirugía estética.

Un abrazo,

Rato Raro