Notaba que las llamadas de Laura desde Dusseldorf
eran como los dientes de mi abuela: más bien escasos, por no decir
inexistentes.
- Hola cucharita, tú ratoncito está aquí!
- Por qué has venido?, ¡Ya no te quiero!, ¿cuándo te vas?,
más que nada porque he quedado.
- Bueno yo..., penaba quedarme todo el finde.
- Ni lo sueñes, ¿qué te crees?, yo tengo mi vida, tengo planes...
- Adiós, espero no volver a ver más esa estúpida cara.
- Adiós, no te preocupes cuando tenga un poquito más de dinero me hago una operación de cirugía estética.
Aunque la especie humana es desconfiada por
naturaleza, yo quería seguir creyendo en Laura. ¿Por qué tenemos que desconfiar
si entramos en nuestra casa y en nuestro salón hay tres señores con acento del
este y pasamontañas?, Oye igual se han perdido, tienen frío y lo único que
buscan es un lugar donde pasar la noche. Lo mejor es prepararles algo de cenar
y hacer las camas del cuarto de invitados.
Siguiendo esta misma hipótesis, ¿por qué hay
que desconfiar de tu pareja si está trabajando en Alemania, la llamas al móvil,
y lo coge en tu tipo que no conoces, hablando en Alemán y borracho como un
piojo? ¿Por qué tengo que estar intranquilo si sólo lleva 15 días sin llamarme?
Igual allí no tiene mucha cobertura. ¿Por qué tengo que desconfiar, si todos
los días duerme en casa de su compañero de trabajo del puesto de salchichas en
el que trabaja a media jornada en vez de dormir ella solita en aquel horrible
hostel?
¿Sabéis por qué desconfiamos de todas esas
cosas sin importancia? Pues muy sencillo, porque somos unos paranoicos. Nos
volvemos completamente esquizofrénicos cada vez que nos sentimos inseguros.
Debemos confiar en nuestras parejas, la monarquía, los políticos, los
directores de banco...
La semana pasada me entraron unas enormes
ganas de darle una sorpresa a Laura. Hice mi maleta de mano y al salir el
viernes del trabajo, cogí el coche y me fui directamente hasta el aeropuerto de
Oporto. Después de que la policía
portuguesa me pusiera tres multas por unas absurdas normas que se han inventado
para que los gallegos contribuyamos al rescate de su país. Llegue al aeropuerto
de Sa Carneiro con 300 € menos en la cartera, pero con una enorme ilusión por volar
a Dusseldorf. A las 22:30 h por fin conseguí pisar suelo alemán. Llamé a mi
novia para decirle:
Su respuesta fue:
- Qué leches haces aquí? ¿Por qué te presentas sin avisar?
Siempre igual, eres un egoísta. ¿Dónde estás? Ahora voy.
Tardo 3 jodidas horas en llegar que para mí
fueron una eternidad. Pero claro, salir de la cama, vestirse, despedirse de la
salchicha de su compañero de trabajo y venir hasta el aeropuerto lleva su
tiempo. Pobrecita, ¡SOY UN PUTO EGOÍSTA!
Cuando por fin llego me hizo un gesto para
que le siguiese a la cafetería y se sentó. A partir de aquí resumiré porque no me gustan
los melodramas. Ella me dijo:
- Bueno yo..., penaba quedarme todo el finde.
- Ni lo sueñes, ¿qué te crees?, yo tengo mi vida, tengo planes...
- Adiós, espero no volver a ver más esa estúpida cara.
- Adiós, no te preocupes cuando tenga un poquito más de dinero me hago una operación de cirugía estética.
Un abrazo,
Rato Raro
4 comentarios:
Vaya... :/
Sinceramente, esas cosas no se hacen. Y como se suele decir: mejor solo que mal acompañado, aunque ya ni compañía ni nada.
Que chica más egoísta. Las cosas se dicen, no se pasa y ale...
En fin, si quieres pasarte a ver si te animas ^^
http://illsayhi.blogspot.com.es/
Gracias Desidia, ahora estoy mucho mejor, después de todo los cuernos son como los dientes, solo duelen cuando salen.
Un abrazo,
Rato Rato
No te preocupes, la culpa la tiene Alemania, que allí todo falla mucho, por el frío, creo.
Oye, qué listos los portugueses, ¿no?
¡Qué bueno volver a verte por aquí Ángeles!
Espero que vuelvas.
Un abrazo,
Rato Raro
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