Todo esto me paso por ser demasiado bueno, por fiarme de esas tres brujas. Lo que parecía un día de compras en las rebajas normal, hace que en el día de hoy tenga que salir con gafas de sol de la vergüenza que tengo.
Os cuento, estaba tan tranquilo en la cervecería “Picholiñas” de mi amigo Fran, leyendo con detenimiento los maravillosos artículos del periódico La Razón, cuando mis tres vecinitas favoritas: Marta la azafata de congresos del primero, Rebeca la exmiss Pontevedra del segundo y Nuria la camarera del Pub “Cachito” del tercero entraron juntas en la cervecería y…
Bueno prefiero empezar por el principio, eran las 15:00 horas de la tarde, había salido muy contento del trabajo en dirección a mi amado hogar, iba feliz caminando como un angelito que no ha hecho daño a nadie jamás. No me apetecía comer otro día más comida precocinada, así que decidí ir a la cervecería de mi amigo Fran que tengo al lado de mi casa, darme un homenaje, pedirme un menú del día, un bock de clara limón y leer el periódico de La Razón mientras esperaba por el festín. De repente entraron mis tres vecinitas y me dijeron: “Rato, ¿por qué no te vienes con nosotras de compras?, yo olvidándome de que todavía no había comido, les dije que “si” pensando que iríamos alguna tienda fashion, que iríamos algún wok… Así que le dije a Fran que cancelara lo del menú, que no me encontraba bien, que me dolía el estomago…, siempre he pensado que una mentira piadosa puede salvar una amistad.
Me fui disimuladamente con mis vecinitas, como si solo una de nosotros tuviera llaves para entrar en el portal de nuestro hermoso edificio, no se que pensáis, pero a mi me pareció una excusa perfecta para salir los cuatro juntos y que Fran no sospechara.
Caminamos y charlamos amigablemente mientras bajamos por la calle Urzaiz, cuando Marta dijo de repente: “¡Por fin, ya llegamos!”, mire hacia la derecha, mire hacia la izquierda y me dije para mi mismo: “¡se tienen que estar equivocando!, ¡aquí hay mucho neón!, ¡esto es un sex-shop! En ese momento las tres se le salieron las cuencas de los ojos, perdón la las ojos de las cuencas, supongo que las cuencas no se pueden salir de los ojos. Entraron corriendo en el sex-shop con tal fuerza que me tiraron al suelo delante de todo el mundo, me levante y después de que hubiera pasado una hora empecé a preocuparme porque mis vecinitas todavía no habían salido. Me arme de valor y decidí entrar, ¡qué vergüenza, señor!, ¡qué cosas hay que ver!, todas tenían tres bolsas en cada mano, a Nuria le salía cosa rara de la bolsa y llevaba la visa en la boca sin parar de gastar y gastar, pagando con la visa en la boca porque ya no podía cogerla con la mano. Mientras Rebeca le decía a una de las dependientas que quería un jugetito grande rojo que tenían colgado en la pared, la pobre le tuvo que decir: “¡qué eso es un extintor animal!, ¡eso es un extintooooooooor!, ¡con eso no puedes jugaaaaaaaaaaaar!”. A todo esto Marta se gastaba más de 1.000 € en pilas para todos sus jugetitos, y yo me pregunto ¿Tanta electricidad y tan mojada no acabara electrocutándose?
No quiero seguir entrando en detalles porque me constan que hay menores que leen este blog. Lo único que puedo decir es que pase una vergüenza tremenda.
Salimos de la tienda y nos fuimos a una cafetería a tomarnos un heladito, cuando Marta fue a pagar le cayo una de las bolsas y le salió un pene tamaño de un micrófono, un muñeco hinchable, unas esposas… Acto seguido salí corriendo, no mire atrás en ningún momento, llegue a casa y cerré con la puerta con llave.
¡Esas son las compras de esas tres arpías! Y yo un pobre inocente que tuvo que acompañarlas.
Deseo a todos mis lectores que no tengan que pasar por una experiencia similar.
Un abrazo,
Rato