El pasado fin de semana conocí a una francesita, a la que le acabe enseñando mi pijamita. Lo bueno de liarte con una extranjera es que si tú no sabes su idioma y ella tampoco sabe ni gota de español, increíblemente te acabas entendiendo casi sin ningún problema. Bien sea por signos o bien con un inglés al estilo de los que hablan los indios de los western de Hollywood, llegas a mantener una relación idílica, donde no existe ninguna discusión porque el tiempo que dura la relación suele ser menor que el que te lleva aprender el idioma de tu ligue.
La verdad es que los rollitos con guiris están bien, lo malo es que se acaban muy rápido. Los rollitos de primavera también me gustan, pero con salsa agridulce de los chinos.
Una vez, la cagué, cuando una tía entro en mi corazón y se quedo a vivir en él. Lo peor es que ella nunca me pagó el alquiler de la parte de corazón que estaba ocupando y que nunca abandonará de todo, a lo largo de mi vida. ¡La verdad, no quiero volver a pasar por esto!
Me he inventado un buen sistema para que esto no me vuelva a suceder, que consiste en enrollarme con tías de las que lo único que atrae es su físico y con las que detesto mantener una conversación de más de 5 minutos. Sólo quiero complacer mis instintos y no perder más el tiempo.
Yo perdí la mayor parte de mi vida, si es que todavía me queda algo, con una mujer. Con una mujer que nunca me dijo que no me quiso, pero tampoco me dijo que sí. ¡Eso es lo peor!
Si ella me hubiera dicho desde un principio que no me quería, cuando estaba medio enamorado, ¾ enamorado o tan sólo ¼, me hubiera ahorrado unas cuantas noches de borrachera, pesadillas y limpieza metal. Cuando después de un año me había desintoxicado me volvió a dar esperanzas y mi vida volvió a ser un infierno.
En lo que me reste de vida no quiero volver a ser un imbécil. Ya perdí la mayor parte con una mujer, la mujer de toda mi vida. Nos conocimos en la universidad, nos gustamos, nos enrollamos, incluso llegamos a vivir juntos, pero a ella las relaciones serias le agobiaban, así que se me fue escapando hasta que no éramos capaces de intercambiar más de tres frases al día.
A veces, parecía que todo iba a cambiar, ella parecía estar a gusto, pero siempre acababa ocurriendo algo que nos distanciaba. Recuerdo sus llamadas disculpándose, donde yo aún que jodidísimo le acababa contestando que no pasaba nada. Recuerdo cuando quería decirle que quería dejarlo, como no me atrevía a decírselo a la cara, la llamé por teléfono y lo tenía apagado. Después, cogí un taxi, me fui al Puente de Rande para tirarme, pero cuando el taxista insistió en cobrarme la carrera de vuelta, me jodio tanto que decidí no suicidarme.
Finalmente opte por cambiarme de ciudad, volví a casa, a la que de verdad fue siempre mi casa, nada como estar junto al mar y amigos para superar tus problemas. Pero ella siempre me llamaba. Me decía que tenía muchas ganas de verme, que me echaba de menos, y al final acaba volviendo a quedar con ella, momento en el cual volvía a sentir su indiferencia. Así que cuando me volvió a llamar y me pregunto cuándo nos volveríamos a ver, le dije:
- Pues cuando me jubile y quiera acabar con mi vida (¡gracias ZP por retrasar la edad de jubilación!) porque por el momento quiero ser feliz.
Como le puse tan difícil verme, ella se hizo azafata de vuelo con la intención de verme durante mis viajes de trabajo, ahora tengo miedo volar y si puedo me desplazo en otro medio de locomoción.
Durante años mi mente la sentía próxima. Es como si estuviéramos conectados mentalmente, de todos modos, la mayoría de las veces sus mensajes me llegaban entrecortados y otras veces simplemente se interrumpían (supongo porque simplemente se quedaba sin saldo mental).
Ahora que van pasando los años, tengo miedo a jubilarme, a que nos volvamos a ver ya viejecitos en un asilo de ancianos, y que me vuelva a robar el corazón.
Debemos asimilar los dos, que una vez llegado el final de nuestra vida, nuestra relación no pudo ser. Sólo puede arruinarnos nuestro descanso que nos toque juntos en el mismo cementerio, nicho con nicho, pero supongo que ocurriría algo que hiciese que moviesen mi cuerpo de lugar. Después, seguro que ella se haría zombi y me buscaría para poder devorarme los sesos.
Sinceramente nunca la he olvidado y a pesar de que en esta vida no pienso complicarme la existencia, sigo teniéndola en mi mente, sin ir más lejos, creí verla el otro día de funcionaria en la Xunta de Galicia. Esto sigue siendo difícil, espero que no me llamé, no quiero verla...quisiera seguir disfrutando de mis rollitos de primavera.
Un abrazo,
Rato Raro