Hay hechos en nuestras vidas que marcan para siempre nuestra existencia, acontecimientos que nos advierten de que ya “nada volverá a ser como antes”. En mi caso, una de estas circunstancias fue conocer a “Elvi” y trabajar junto a ella durante 21 meses y, por supuesto, mucho más doloroso su pérdida.
Y digo esto porque no hay nada que a un ser humano pueda echar más en falta que a una bella amistad, el candor de un abrazo, un espacio que es muy difícil que alguien vuelva a ocupar en mi corazón.
Durante casi dos años, me acostumbre a levantar la vista de mi ordenador y ver ahí a “Elvi” luchando por su vida, buscando en mí una mirada furtiva, un cálido gesto que le ayudasen a aliviar su dolor. Aprendí a ser su lazarillo, su hombro en que llorar, a ser ese excéntrico que al final siempre lograba robarle una bella sonrisa. Viendo solo durante una décima de segundo su expresión, podía intuir lo que sentía. Si estaba triste, si disfrutaba... Miles de pequeñas cosas pasaban en ese puñado de horas que pasamos, cada día juntos, en el trabajo.
Desde que ella se fue, cuando vuelvo a recordar en la intimidad algunos de los momentos que pasamos, esos son los momentos en los que me refería arriba, el ya “nada volverá a ser como antes”. Estos instantes vacios, sin tu calidad voz a mi lado, son la prueba más dura de tu ida.
De todas maneras, el tiempo y tus recuerdos, la gente con la que tú y yo trabajamos, me ayudará a tener, al menos, un trocito de ti siempre conmigo. De todo lo demás, de la persona, del ser humano, espero que este post pueda ser una manera de intentar guardar en una pequeña caja las piezas que forman el gran puzzle de tus recuerdos, aunque este objetivo se que es difícil ya que los buenos momentos que pasamos juntos no cabrían en este diminuto blog.
Cada día que pasamos juntos era una pequeña novela, un montón de sentimientos contradictorios, risas, llanto, locura, ternura... que se mezclaban, para dar sentido a nuestra amistad.
En los últimos días, todo parecía estar superado, todo hacía indicar que la batalla había terminado, sentía que había llegado tu momento...
No te imaginas como me arrepiento cada día de haberme marchado, siento de un modo irracional que yo te daba la dosis extra de fuerza necesaria para poder ver lo malo por el retrovisor, para correr con una sonrisa siempre pintada en tus labios, sin que nada te pudiese llevar...
Estés donde estés, por favor se me mi ángel de la guarda, y llena este vacio que me ha dejado tu ausencia.
Hasta siempre querida amiga,
Tu compi
PD: Perdona que hubiese tardado tanto tiempo en escribirte, pero la torpeza de mis palabras me desanimaban.