viernes, 11 de noviembre de 2011

Soy muy feliz con los tornillos que me faltan

Rato Raro esta malito. Lleva tres semanas malito. Esta vez no es por la acidez de estomago a causa del garrafon. De hecho desde que me he roto: el incisivo superior derecho, una funda del premolar inferior derecha, la pared interna de la muela del juicio inferior derecha y el radio de la mano izquierda a la altura de la muñeca, pienso no que llegaré a las próximas navidades. El jueves pasado fui al médico de cabecera a pedir la baja por recomendación expresa del traumatólogo. Y tengo un testimonio estremecedor de lo que viví allí. No sé si este post será a título póstumo. Aquí os lo dejo:

Jueves 3 de noviembre, 09:00 h a.m.

Me encontraba en la sala de espera del Doc. M.C., centro de salud Rosalía de Castro. Me rodeaba un montón de gente muy mayor, gente que muy probablemente no llegará a ejercer su derecho al voto en las elecciones del 20-N. Se respiraba mucha nostalgia del último viaje del INSERSO, supongo que da mucha pena saber que no volverás a disfrutar de María Jesús, su acordeón, y sus alegres pajarillos. La mujer que esta sentada a mi lado acaba de estornudar. Seguramente su último estornudo, cosa que agradezco porque la muy piggy no puso la mano.

La gente me mira y susurra:

-         Míralo. Con lo jovencito que es y esta hecho una pena.

Lo peor es que tuve que volver a escucharlo  repetidamente de las mismas personas, parecía como si estuviera en un acuario rodeado de Dorys (personaje de Buscando a Nemo).

Cuando piggy entró en la consulta del doctor, un tipo que era la fotocopia de Quoasimodo, se sentó a mi lado y me dijo:

-         ¿Qué tal joven?, ¿una putada lo de sus dientes?

Me contuve para no decirle nada sobre lo puta que había sido la vida con él y le contesté:

-         Si, me los rompí junto con la muñeca jugando una pachanguita de fútbol sala. ¡Ya ves!

Él continúa:

-         Yo también tengo un problema. Tengo estrabismo.

¡Pobre hombre! Cuando le corrijan la vista, menudo disgusto se va a llevar si se le ocurre verse al espejo.

Mientras un niño cabezón, no para de darse golpes contra el suelo mientras corretea por allí, atraído por la fuerza de la gravedad. Su madre, convencida de que no puede salvar a su niño de las leyes físicas, sigue charlando tranquilamente con la mujer que tiene a su lado.

¡Aquello parecía un casting de la taberna del retorno del Jedi!
Llegó el momento, la enfermera  grita mi nombre y me invita a pasar. El doctor examina mis radiografías, y confirma el diagnóstico del traumatólogo:

-         Rato, probablemente tengan que ponerte los tornillos que te faltan. Si quieres evitarlo debes intentar guardar el máximo reposo. Me hizo el parte de baja y me pidió que volviese (¡dios mio!, que no me encuentre a esa gente tan extraña) el lunes siguiente para confirmarlo.

Y en eso estoy, porque a parte del miedo que me dan las operaciones, no quiero tener problemas en los arcos de seguridad de los aeropuertos.

Un abrazo,

Rato Raro

3 comentarios:

Soyunmendrugo dijo...

Mejórese sí, pero póngase los tornillos que a lo mejor no sobran.

jaramos.g dijo...

Ja, ja, ja. ¡Vaya marrones que te caen, Rato!

Rato Raro dijo...

Gracias contrablogero, hago lo que puedo para cuidarme.

Tengo que confesarte Jaramos que tengo algo de gafe.

Un abrazo,

Rato Raro