Queridos lectores, hoy tenía pensado escribiros un post sobre la reforma laboral y sobre sus posibles no efectos sobre el empleo, pero creo que todos estamos ya un poquito cansados de un montón de noticias sobre este tema y otros relacionados con la crisis, así que os voy hablar de mi gatito Loló.
Hace ya algunos años que me regalaron un gatito precioso, le puse de nombre Loló, porque su rabillo me recordaba al de mi primo Flower Power que todos en el barrio llamábamos así. Loló tenía caratas en sus dos pobres ojillos, yo no lo sabía, pero empecé a sospechar cuando un día lo vi acercase a la ventana y ver después como caía cuatro pisos. Rápidamente baje a por él, antes de que le pasara algo peor. Loló estaba más hecho polvo que Junior, y yo estaba tremendamente preocupado, ¡Ya sólo le quedaban seis vidas a mi pobre gatito!
Al día siguiente vi a Loló confundirse y en vez de comer su rico pienso, se estaba comiendo un plato de veneno que había dejado para los ratones, se lo tomo entero, Loló se empezó a poner verde y no paraba de dar saltos, parecía Coto Matamoros un sábado por la noche.
Cuando Loló se estaba recuperando, ahora ya sólo quedaban 5 vidas, intento beber agua, y en vez de tomar agüita fresquita, metió su pequeña cabecita en mi acuario donde residían dos pequeñas pirañitas. Loló se inclino demasiado hacia delante y callo al acuario, cuando logre ponerlo a salvo, parecía Ángel Cristo en su últimos momentos. ¡Redios ya sólo le quedaban cuatro vidas!
Cuando parecían que sus heridas estaban cicatrizando, me llamaron al teléfono móvil cuando estaba metiendo una pizza de pepperoni en el horno, me puse hablar y no me di cuenta que había dejado el horno con la puerta abierta. Loló confundió su linda casita que le había comprado en el Lidel con el horno, cuando acabe de hablar me lo encontré allí junto a un par de trocitos de pizza sin pepperoni, con los pelos todos chamuscaditos , tuve que raparlo todito, su pielecilla brillaba como la calva de Antonio Lobato. Me estaba entrando la ansiedad, tuve que tomarme un tranquimazim, no me hacía a la idea de que a Loló sólo le quedaran dos vidas.
Estaba muy preocupado, pensaba que Loló era demasiado patosillo, así que cerré todas las puertas y ventanas cuando me marchaba, quedaba el pobre solo en el pasillo sin nada en principio que le pudiese hacer ningún daño. ¡Qué equivocado estaba!, cuando llegue a casa, lo vi tirado allí en el suelo, supongo que no vio que la puerta de balcón estaba cerrada y se estampo de lleno con su linda naricilla contra el cristal, su carita y sobre todo su nariz me recordaba a la de Belén Esteban antes de operarse. ¡Pobre Loló ahora ya sólo le quedaba una vida!
No pude dormir en toda la noche, estaba tremendamente preocupado, hasta que de repente me dije ¡Ostras! Lo que le pasa a Loló es que tiene los ojillos mal, baje rápidamente al veterinario que tengo en la calle donde vivo, lo examino, y me dijo que Loló tenía caratas, así que tuvo que operarlo.
Cuando llegamos a casa, Loló se asomo a la ventana y vio un ratón que estaba a 1.000 Km, salió corriendo y a las dos horas lo trajo en la boca. ¡Por fin Loló veía bien!, acto seguido dejo el ratón en el suelo y se puso a leer el ABC, daba gusto verlo leer, ¡éramos tan felices! Cuando tuve que firmar mi hipoteca, le pase a Loló el contrato para que leyera la letra pequeña.
Colorín, colorado este cuento me ha emocionado...
Os quiere,
RATO