Rato Raro esta malito. Lleva
tres semanas malito. Esta vez no es por la acidez de estomago a causa del
garrafon. De hecho desde que me he roto: el incisivo superior derecho, una funda
del premolar inferior derecha, la pared interna de la muela del juicio inferior
derecha y el radio de la mano izquierda a la altura de la muñeca, pienso no que
llegaré a las próximas navidades. El jueves pasado fui al médico de cabecera a
pedir la baja por recomendación expresa del traumatólogo. Y tengo un testimonio
estremecedor de lo que viví allí. No sé si este post será a título póstumo. Aquí
os lo dejo:
Jueves 3 de noviembre,
09:00 h a.m.
Me encontraba en la sala de
espera del Doc. M.C., centro de salud Rosalía de Castro. Me rodeaba un montón
de gente muy mayor, gente que muy probablemente no llegará a ejercer su derecho
al voto en las elecciones del 20-N. Se respiraba mucha nostalgia del último
viaje del INSERSO, supongo que da mucha pena saber que no volverás a disfrutar
de María Jesús, su acordeón, y sus alegres pajarillos. La mujer que esta
sentada a mi lado acaba de estornudar. Seguramente su último estornudo, cosa
que agradezco porque la muy piggy no puso la mano.
La gente me mira y susurra:
-
Míralo.
Con lo jovencito que es y esta hecho una pena.
Lo peor es que tuve que volver
a escucharlo repetidamente de las mismas
personas, parecía como si estuviera en un acuario rodeado de Dorys (personaje de
Buscando a Nemo).
Cuando piggy entró en la
consulta del doctor, un tipo que era la fotocopia de Quoasimodo, se sentó a mi
lado y me dijo:
-
¿Qué
tal joven?, ¿una putada lo de sus dientes?
Me contuve para no decirle
nada sobre lo puta que había sido la vida con él y le contesté:
-
Si,
me los rompí junto con la muñeca jugando una pachanguita de fútbol sala. ¡Ya
ves!
Él continúa:
-
Yo
también tengo un problema. Tengo estrabismo.
¡Pobre hombre! Cuando le corrijan
la vista, menudo disgusto se va a llevar si se le ocurre verse al espejo.
Mientras un niño cabezón, no
para de darse golpes contra el suelo mientras corretea por allí, atraído por la
fuerza de la gravedad. Su madre, convencida de que no puede salvar a su niño de
las leyes físicas, sigue charlando tranquilamente con la mujer que tiene a su
lado.
¡Aquello parecía un casting de
la taberna del retorno del Jedi!
Llegó el momento, la
enfermera grita mi nombre y me invita a
pasar. El doctor examina mis radiografías, y confirma el diagnóstico del traumatólogo:
-
Rato,
probablemente tengan que ponerte los tornillos que te faltan. Si quieres
evitarlo debes intentar guardar el máximo reposo. Me hizo el parte de baja y me
pidió que volviese (¡dios mio!, que no me encuentre a esa gente tan extraña) el lunes siguiente para confirmarlo.
Y en eso estoy, porque a parte del miedo que
me dan las operaciones, no quiero tener problemas en los arcos de seguridad de
los aeropuertos.
Un abrazo,
Rato Raro