Una y otra vez
siento en mi pecho
el vivo despertar de tu llamada.
Hoy igual que ayer
estoy sediento
de la eterna soledad en que me bañas.
Desde esta meseta inquisidora
de áridas tierras,
en las que anidan peregrinos espíritus histéricos,
envió hacia mi alma tenebrosa
mis lágrimas,
para aumentar el hablar
de sus ríos
cuyas quimeras
creo que llegaron a tus oídos.
Yo bien conozco tu pena,
y la tristeza con que cuentas las horas,
viviendo solo de una esperanza...
Yo se el por qué de tu tristeza,
y siento la mística sed de tus plegarias,
por eso pido a los ríos
que paren con su hablar
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