Como ya he comentado en mi post anterior, mi madre me hacía comer unos enormes bocadillos de nocilla y mantequilla que me llevaban horas o incluso días terminarlos. Como no podía salir a jugar con mis amiguitos hasta que lo terminará, ¡Oh ingenuo de mí! encendía nuestra tele en blanco y negro y ponía los dibujos o algún programa infantil. Nunca pensé que podrían llegar a cambiar mi vida, mi existencia, mi destino...
Supongo que os acordáis de Heidi. Pues bien amigos, esta en principio inofensiva serie, marco mi conducta con el sexo femenino. Sinceramente, no creo que sea normal que un niño de 6 años pueda ver unos dibujos en los que una niña pone caliente a su amiguito Pedro durante más de 300 capítulos sin acabar nunca en el pajar. Pensando en ello, recuerdo como en un capítulo desaparecieron con su perro Niebla y un bote mermelada, ¡vaya! no se por qué ha venido esto a la cabeza ahora. Pues bien, todo este tipo de tensión sexual no resuelta, acabo por afectarme, minando mi seguridad, mi autoestima...ahora nunca se en que capítulo puedo llevar a una chica al “pajar”, y esto claro esta, hace que mi actividad sexual este muy por debajo de la media.
Si con lo de Heidi no me bastaba, me tragaba también Marco. Si, ese capullo, que aunque su madre pasará de él, la seguía como un mono, perdón con un mono. Es duro, cuando eres pequeño, ver como una madre no quiere ver ni en pintura a su hijo y menos si este lleva consigo a todas partes un mono gilipuertas. Esto me afecto, yo diría incluso que me trastorno, perdiendo por completo la seguridad sobre el cariño que me profesa mi madre. Lo único que me hace ganar, cada día, confianza es que yo no tengo un mono, sino una perrita que no es gilipuertas como Amedio.
Por último, como no, Barrio Sesamo. Ahora, ¡listillos!, pensareis que os voy a contar como me traumatizaba que Espinete se paseará desnudo por el barrio sin que a nadie pareciera importarle, o la alegría de Chema cuando aparecía impregnado de un extraño polvo blanco, o de la mirada perdida de Caponata fruto del consumo de..., o de la presunta relación homosexual de Epi y Blas. Hablando de esto, no si recordáis una escena en la que Epi le pide Blas que le pase el jabón (¿o aceite?) mientras está en la ducha.
Pues no amigos, no me afectado nada de esto, y no por falta de gravedad de los contenidos sino por falta de espabilación. De hecho, no me he enterado de todo esto hasta que cumplí los 18 y pude comprarme el “Jueves”, el cual me abrió los ojos sobre el obsceno mundo de la programación infantil. Amigos, lo que de verdad me marco, fue el “inofensivo” Coco, ¡nunca!, hasta tan siquiera hoy, soy capaz de discernir la diferencia entre “aquí” y “allí”. Lo recuerdo caminando de un sitio para otro diciendo que lo antes era aquí ahora es allí y viceversa, sinceramente me hago la picha un lio. Por eso, creo que me desoriento tan fácil, de hecho no soy capaz de llegar solo a la panadería de mi barrio sin la ayuda de un tomtom.
Con razón he salido así, los que me conocéis personalmente tendréis que aceptarme tal y como soy, porque yo no tengo la culpa de parecerme a Super Coco.
Un abrazo,
Rato Raro