sábado, 23 de octubre de 2010

Momentos de mi infancia que marcaron mi vida

Mi infancia esta llena de buenos y malos momentos que fueron forjando mi carácter. El primer recuerdo que me viene a la mente, es de cuando mi madre quiso adiestrarme en el difícil arte de no hacerse las necesidades encima. Me ponía encima de una bacenilla que tenía pintado al pato Donald y no me dejaba levantar hasta que hacía “pipi” y “popo”. Como esto no era siempre un proceso inmediato, me arrastraba con la bacenilla por toda la casa, detrás de mi madre, llorando y diciendo que no quería hacer popo. Mi madre, impasible, hacía caso omiso a mis quejas y me dejaba allí, aunque fueran horas o días, hasta que finalmente evacuaba. Os juro que nunca me he vuelto hacer nada encima, ni tan siquiera con diarrea, me da pavor que me vuelva a sentar encima de esa bacenilla, ¡Me cago de miedo pensando en el pato Donald!

Cuando crecí y ya iba a la “Guarde”, mi madre me compro mi primer uniforme, la verdad es que me quedaba muy bien, todas las niñas se quedaban extasiadas mirándome. Pero, odiaba cuando mi madre en invierno, para que no pasase frío, me ponía en lugar de calcetines unos leotardillos. Supongo que la mujer no quería que tuviese frío en los huevecillos. Cada vez que me quitaba los pantalones me sentía como Heidi. ¡Si me llega a ver Michael Jackson me llevaba a Neteherland! Creo que eso fue lo que hizo que perdiese toda mi confianza con las mujeres. A veces me despierto sudando porque he tenido un sueño en el que estoy con una tremenda jamona en actitud cariñosa, cuando ella se dice bajarme los pantalones, se encuentra con unos leotarditos lilillas y empieza a reírse de mí sin parar. ¡Dios, es horrible!

Mi madre siempre nos bañaba juntos a mi hermana y a mí cuando éramos pequeños, al principio no había problema pero claro los años pasaban y nos seguía bañando juntos para ahorrar agua. Al final mi hermana me metía la rodilla en la boca y yo a ella el pie. Lo peor, es que a mi hermana la sacaba de la bañera primero y yo me quedada heladito esperando en la bañera, con los huevecillos duritos porque el agua se había enfriado. Ahora siempre que estoy en la ducha, cierro el cuarto de baño a cal y canto y pongo el agua próxima a su punto de ebullición.

Aún se me caen las lágrimas cuando recuerdo cuando mi padre me regalo mi primera mascota. Era un pececillo de color naranja, al que bautice con el nombre de “Puzzy”. Os juro que no sabía que aún pez si le echas comida, come hasta que revienta. No traía libro de instrucciones y yo como no quería que pasase hambre, le estuve echando de comer durante horas, hasta que su pobre estómago no aguanto más y acabo reventando. Nunca lo he superado, ¡Esta es la razón amigos de que nunca os invite a comer!

Desde que  me compro yo mi propia ropa, no volví ponerme nunca más un jersey de cuello cisne. Recuerdo cuando mi madre me los quitaba por la noche, la mujer estaba fuerte y tiraba con tanta ansia que terminaba por arrancarme las orejas. Luego tenía que grapármelas otra vez a la cara y siempre me dejaba una oreja más alta que la otra.

Mi madre siempre me peinaba con colonia barata, no recuerdo la marca, se que era a granel y que venía en un bote marrón. Tenía la propiedad de que durante horas te picaba el cabello y yo claro me rascaba, pero lo hacía con tanta ansia que me caían unos tremendos mechones de pelo. Creo que fui el primer niño de mi cole que empezó a llevar peluca con diez años. Recuerdo cuando mi padre venía a verme jugar al fútbol y me llamaba burro cuando tenía que rematar de cabeza y no lo hacía, por miedo a que se me cayese la peluca.

Uno de esos momentos inolvidables, es cuando te llega la pubertad y cada vez que te descalzas, tus pies emanan un olor muy similar al de una bomba fétida. Mi habitación, lugar donde depositaba mis tenis, olía a cuadra, era asqueroso, entrar allí era como estar en al lado de un basurero. Supongo esa es la razón porque la que no soporto el queso.

¿Os acordáis de aquellos bocatas de nocilla y de mantequilla que nos hacían comer nuestras madres?, los míos eran de una barra entera. Mi madre me decía que no podía salir  a jugar hasta que lo terminase, tardaba horas en comérmelo y claro se hacía de noche y ya no podía salir a jugar con mis amiguitos. Creo que esto me ha agriado el carácter.

¿De dónde creéis que  me ha salido este carácter amargado, irascible y arisco? Por favor, ahora soy yo quién necesita vuestros consejillos.

Un abrazo,

Rato Raro


5 comentarios:

Soyunmendrugo dijo...

Opérate, cambia esa cara de perro con la que vas por la vida, duerme desnudo y retira el pijamita de los cojones al fondo de tu fondo de armario. Quizás nada cambie, pero al menos sufrirás menos.

Anónimo dijo...

Mendrugo es sabio, yo te diría que volvieras a los bocatas de Tulipán a media mañana, con la bolsita de la merienda, para sacar irascibilidad. Cuando puedas cúrrate la Nocilla con el Cola-cao que tengas a mano, para endulzarte. Y si muy de vez en cuando, eres capaz de echarte Nenuco por los huevillos, hasta dejarás de poner mala cara. Ánimo rato!!!

jaramos.g dijo...

Oye, chico, tú has salido como has salido, qué le vamos a hacer. Pero lo que digo yo es que tu madre se las traía, ¿eh? ¡Qué mujer! Je je. Me pregunto qué hubiera hecho la matrona con un látigo en la mano y, no digamos, con todo un pack de instrumentos de tortura a su alcance. Y me pregunto cómo habrías terminando siendo hoy. Lo siento, chico. Pero..., bah, pelillos a la mar, amigo. Lo que nadie te quitará nunca es tu buen humor (nada de agrio) y la facultad de hacer que nos divirtamos tanto con tus artículos. Saludos.

Anónimo dijo...

¡Hola Rato! no sabes cuanto me ha alegrado ver tu comentario.

Tienes razón en que tengo, en cierto modo, abandonado el blog, y digo en cierto modo porque como ves me sigo pasando por estos mundos aunque no siempre deje el testimonio de este paso.

Pero creo que ya va siendo hora de volver porque es como... mi pequeño rincón por decirlo de algún modo y lo echaba en falta.

Respecto a tu entrada, totalmente de acuerdo con el comentario anterior y confesaré que yo también asesiné a pez dándole de comer hasta que empezó a flotar pancha arriba... pobre pez.

¡Un abrazo! y felicidad para ti también

Rato Raro dijo...

Gracias a todos por vuestros consejos. Tomo de nota de todos ellos.

Un abrazo,

Rato Raro

Pd: Me alegro mucho de verte de nuevo por aquí Diana y de que vuelvas a retomar lo de tu blog